LA RAZA ESPAÑOLA Y SU HISTORIA

 LA RAZA ESPAÑOLA Y SU HISTORIA


Aitzol Altuna Enzunza

Bandera de la Raza Española


“Los unitarios que sueñan con la unidad impuesta de la fuerza hablan de raza española” Miguel de Unamuno y Jugo (1864 Bilbao-1936 Salamanca).

La ideología del nacionalismo español parte de falsos mitos históricos que juegan un papel fundamental en todo su imaginario. Pero ésta ideología ha tenido y tiene además otras bases como el Imperio castellano, la religión católica apostólica, el territorio peninsular como un límite nacional y cultural natural, así como la raza española. El concepto de raza no es estanco en el tiempo y fue evolucionando. En el caso español, la idea de una raza española diferenciada y superior a otras está en su génesis y pervive en nuestros días.

LA LIMPIEZA DE SANGRE DE MOROS Y JUDÍOS

La condición de “limpieza de sangre” se implantó en la corona aragonesa en el siglo XII y en la castellana en el siglo XV a través de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica, creada para luchar contra las herejías y que no fue abolida oficialmente hasta el siglo XIX (en la Nabarra soberana no existió). Es así que para ser funcionario, incluso en el siglo XIX, los aspirantes tenían que demostrar ser: “limpios de toda mala raza, de moros, judíos nuevamente convertidos y Penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición”. Es decir, para la Iglesia Católica y para España, había gente de raza “limpia” y otra que debían desenmascarar y perseguirla hasta su exterminación o expulsión.

Uno de los casos más famosos es el del liberal gaditano protagonista de las “Desamortizaciones de Mendizábal” (1836), donde numerosas tierras eclesiales pasaron de manera corrupta a manos de los oligarcas y no a los labradores que las necesitaban. La madre de Juan Álvarez Méndez (1790-1853) era de origen judío, pero para que nadie “tirase de la manta” (manta que existía realmente, tejida con los apellidos de los conversos y guardada por la Iglesia), cambió Juan sus apellidos por el vasco “Mendizabal” y declaró en su acta matrimonial ser natural de Bilbao, al no haber llegado el emirato cordobés hasta la Nabarra Marítima y no haber una colonia de judíos en el entonces puerto de Begoña llamado Bilbao.


LA CLASIFICACIÓN RACIAL EN AMÉRICA LATINA

España y el Vaticano en el siglo XVI llevaron la idea de limpieza racial a sus colonias americanas y Filipinas donde se practicaba el paganismo (desde la cosmovisión cristiana). Tras someter a toda la población a la religión católica apostólica, esta teología y la administración imperial habían creado una sociedad dividida en razas y sus mestizajes a las que llamó “castas”. A cada casta le correspondía un estatus social, lo que suponía aplicarle unas leyes o derechos diferentes, en un modo similar a la religión hindú o al apartheid surafricano. Así, desde su nacimiento hasta su muerte, una persona quedaba encuadrada en una casta y para ello la Iglesia Católica llevaba un registro exhaustivo de bautizos y matrimonios. 

Es más, según esta clasificación social de las personas según el color de la piel, a cada casta le correspondía unas cualidades determinadas que le hacían apta para una serie de trabajos e incapaz de realizar otros.


Por ejemplo, si predominaba el aporte europeo en los rasgos de una persona sería un “criollo” o cuasi español nacido en América, convirtiéndose en la casta superior o dominante, apta para todo tipo de puestos administrativos-coloniales o militares. Sin embargo, si los rasgos predominantes eran los genes amerindios, la denominación más extendida era la de “cholo”, término de carácter despectivo y a quienes correspondía un puesto de trabajo más físico y dependiente del primero. A finales del siglo XVIII se podía pagar por una “gracia al sacar”, que era como se llamaba al soborno a la administración imperial para “subir” en el escalafón social a una casta superior, salvo que predominara la sangre negra que no había opción a este soborno.

El antropólogo berlinés Alexander Von Humboldt en su “Ensayo Político sobre la Nueva España” (1822) comentaba que: “En España es una especie de título de nobleza no descender ni de judíos ni de moros; en América, la piel más o menos blanca decide el rango que ocupa el hombre en la sociedad (…). Hay siete castas distintas: 1) los individuos nacidos en Europa, llamados vulgarmente gachupines; 2) los españoles criollos, o los blancos de raza europea nacidos en América; 3) los mestizos descendientes de blancos y de indios; 4) los mulatos descendientes de blancos y de negros; 5) los zambos descendientes de negros y de indios; 6) los mismos indios, o sea la raza bronceada de los indígenas y 7) los negros africanos”.


La situación inicial se fue complicando y aparecieron las que se llamaban “cruzas”. Las principales cruzas eran las siguientes, aunque la lista era mucho más larga y podía variar de un virreinato a otro (https://es.wikipedia.org/wiki/Casta):

De español e india nace mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambazo
De zambazo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo, chango.


LA ESCLAVITUD EN ESPAÑA

La cara más cruel del racismo es sin duda la esclavitud de la que participaron todos los países imperialistas, sobre todo, Inglaterra, Holanda, Francia, Portugal, Bélgica, EE.UU y España. En España, la esclavitud quedó consagrada incluso en la Constitución de Cádiz de 1812, la cual en su artículo primero hablaba por primera vez de la nación española y la definía como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”, pero en su Capítulo II matizaba y consagra la esclavitud de cientos de miles de africanos y asiáticos de los cuales sólo eran españoles: “Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas (sic.)”, a principios de ese siglo se escribía todavía “las Españas” en plural, pues era un término geográfico en referencia a los reinos o Estados de la corona de los Bourbones y sus colonias.

España ha sido uno de los imperios con más esclavos de la historia de la humanidad


En el artículo “Esclavitud, un episodio silenciado de la historia de España” de RTVE, se señala que los máximos beneficiados del tráfico de seres humanos eran la alta aristocracia española y la propia corona: “Esta práctica dio lugar a grandes fortunas que, a su vez, propiciaron la formación de grupos de presión que, a lo largo del siglo XIX, trabajaron para evitar que los diferentes gobiernos liberales pusieran fin a la esclavitud en Cuba y Puerto Rico, las únicas colonias que, a estas alturas, España poseía en América. Nombres como el marqués de Manzanedo, el primer marqués de Comillas, el conde de Peñalver o incluso la propia María Cristina de Borbón -sobre todo desde que fue apartada de sus labores como regente de su hija Isabel II- se enriquecieron con este comercio ilegal de esclavos y, desde su poder económico, influyeron en el devenir político de nuestro país”. 



En el mismo artículo se señala que España fue el último país europeo en abolir la esclavitud en 1886 tras fuerte lucha por las personas esclavizadas: “Pero el fin de la esclavitud se convirtió en una de las reivindicaciones de las revueltas que a partir mediados de la centuria empezaron a ser cada vez más frecuentes en las Antillas. A eso hay que unir la presión internacional y de colectivos como la Sociedad Abolicionista Española que, desde posturas progresistas, empezaron a hacer insostenible la situación de la esclavitud. Un paso importante llegó en 1870, en pleno Sexenio Revolucionario, cuando el ministro de Ultramar, Segismundo Moret, promulgó la llamada 'libertad de vientres', por la cual los hijos de esclavas en las Antillas nacían ya directamente como hombres libres. Aunque la oposición a este proyecto estuvo detrás de la presión que llevó a abdicar a Amadeo de Saboya, en 1873, poco después de instaurarse la Primera República Española, se votó a favor de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
 



LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD EN ESPAÑA 

La abolición en Cuba tardó siete años más en llegar, pero, finalmente en 1880 durante la Restauración, el Parlamento español declaró ilegal la esclavitud en la isla. Seis años después un real decreto completaba esta decisión, liberando a unos 30.000 esclavos que aún seguían siéndolo. 

Pese a que España fue el último país europeo en abolir la esclavitud en sus colonias, casi todo lo referente a este episodio ha sido silenciado y olvidado, hasta el punto de que muchos españoles creen que la trata fue una práctica ancestral en la Península, más propia de la Edad Media que de tiempos modernos. España llegó a tener 300.000 esclavos en Cuba, en una isla que contaba con 1,5 millones de habitantes.


Monumento a Cánovas frente al Senado de España

Poco antes de perder casi todas las colonias de ultramar, el propio presidente del gobierno español Cánovas del Castillo dijo: "Los negros en Cuba son libres, pueden tener compromisos, trabajar o no trabajar... y yo creo que la esclavitud era para ellos mucho más preferible a esta libertad (...). Esos salvajes no tienen otros dueños que sus instintos, sus apetitos primitivos" (“L’Espagne en 1897” Gaston Routier). El malagueño Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) era miembro del bando liberal conservador, fue un golpista y un político corrupto contrario a la democracia y al sufragio universal. 

Todo ello no parece obstáculo suficiente para que la historiografía española lo considere como uno de los “padres” de la patria española y uno de los referentes ideológicos del Partido Popular por apoyar el centralismo castellano-madrileño de todas las coronas hispanas, así como por la “Restauración” de la monárquica tras un Golpe de Estado a la Primera República española.



LA GENERACIÓN DEL 98 Y EL RACISMO

De aquellos lodos nació la generación literaria conocida como la del 98, año de la pérdida de las islas coloniales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a manos estadounidenses. Generación con autores como el bilbaíno Miguel de Unamuno, el donostiarra Pío Baroja o el vitoriano Ramiro de Maeztu, junto a Ramón del Valle Inclán, Rubén Darío, Azorín, Antonio Machado, Jacinto Benavente etc. 

Tenían todos estos escritores y poetas su sentimiento español alicaído por la pérdida colonial, relacionaban España sólo con Castilla como el reino que lo había acuñado (a excepción de Baroja), creando dentro de su añoranza una visión cuasi bucólica y a la vez decadente de España, la cual, según su forma de pensar, se estaba desmoronado, sembrando las simientes del nacionalismo español junto con los políticos de la “Restauración” y los historiadores de la Real Academia de la Historia.

"Raza, palabra castellana –raza es como raya o línea (de éste linaje) y se dice en Castilla «una raza de sol» y se le llama raza a cada hebra de un tejido– palabra castellana que ha pasado a casi todas las lenguas europeas. Pero más que raza de sangre, más que línea de sangre, raza de lenguaje (...) , ¿qué es la Hispanidad? Ah, sí yo la supiera… Aunque no, mejor es que no la sepa, sino que la anhele, y la añore, y la busque, y la presienta, porque es el modo de hacerla en mí. Y aquí, en este rincón de mi terruño nativo, sentado sobre la yerba que me da del Pirineo «la ceniza verde», frente a la mar materna, bajo el cielo del Carro, busco en el hondón de mi raza, en mi corazón milenario, al Dios hispánico que me ha de responder de mi destino." artículo "Hispanidad", Miguel de Unamuno, escrito el 18 de agosto de 1927 en Hendaia...


Junto con la superioridad de la raza blanca aceptada en toda Europa en general, a finales de ese siglo XIX la ciencia empezó a categorizar “subrazas” según mediciones craneales. En el siglo XX en Europa se buscaban las “razas nacionales”, igualando los término “raza” y “nación”. En esta clasificación la “raza española”, que sería dolicocéfala y mediterránea, quedó en un grado intermedio frente a las arias por ejemplo, por las supuestas cualidades que poseía: gran religiosidad, alta moralidad, historia imperial o laboriosidad, pero con una estructura física media-baja y una tez demasiado morena para los supremacistas blancos. 

El conjunto de estas cualidades físicas y psicológicas daban supuestamente como resultado la nación española. Impulsados por la visión del darwinismo social en boga en esos momentos, se creía que las razas más fuertes y mejor adaptadas tenía la obligación de dominar o eliminar a las demás, impulsando así de nuevo el colonialismo europeo dentro y fuera del continente. Por tanto, durante casi todo el siglo XX, raza y nación se convierten en sinónimos.


El madrileño Ortega y Gasset (1883-1955) en su trabajo “España invertebrada” escrito 1921, resumía la base del nacionalismo español en tres fundamentos: “la raza relativamente autóctona, el sedimento civilizatorio romano y la inmigración germánica”. En su libro más significativo, “La rebelión de las masas” (1929), este autor insistía en la cuestión pero matizaba: “La relativa homogeneidad de raza y de idiomas que hoy gozan - suponiendo que ello sea un gozo -, es resultado de la previa unificación política. Por lo tanto, ni la sangre ni los idiomas hacen al Estado nacional, antes bien, es el Estado nacional quien nivela las diferencias originarias”. 

Es decir, para Ortega y Gasset y para el nacionalismo español en general, España es algo hecho por la monarquía castellana y sus generales, Castilla es el Estado central y dominador de los demás, España era y es concebida como “un Madrid centrifugado”. 

LA RAZA ESPAÑOLA A COMIENZOS DEL SIGLO XX


La revista “Raza Española” fue fundada en Madrid por Blanca de los Ríos, influida por el pensamiento del santanderino Marcelino Menéndez Pelayo (1853-1912), imitando las publicaciones que intentaban promocionar España como potencia imperial, en la línea de “La Revista de la Raza” (1914-1928) dirigida por Manuel Luis Ortega (1888-1943), africanista y miembro de la Real Academia de la Historia española. 

En los años de su publicación (1919-1930), la lista de colaboradores de “Raza Española” fue amplia y de renombre, con catedráticos de universidad y directores de diversos organismos culturales estatales como la escritora Emilia Pardo Bazán o los filósofos y periodistas Alfonso Pérez Nieva y Eugenio D’Ors entre otros muchos.


Tras participar y fracasar en las guerras coloniales americanas, en Filipinas y africanas, pero sobre todo tras la derrota del ejército español en el Rif (Batalla de Annual de 1921), el General Miguel Primo de Rivera dio un Golpe de Estado con el consentimiento del rey Alfonso XIII y creó el partido Unión Patriótica de ideología fascista y con el ultra catolicismo conservador como elemento diferenciador (nacional-catolicismo), con el lema significativo de “Patria, Religión y Monarquía” (1923-30). Pretendía el golpista devolver a España el orgullo de su pasado imperial, ya que, según el dictador, eran “conocidas las virtudes de la raza” española, lo que llevó a España a nuevas aventuras coloniales en el norte de África. 

Legionarios sosteniendo cabezas de rifeños. Foto publicada por Jacques Roger-Mathieu en 'Las memorias de Abd El Krim' (1926).

El modelo de Primo de Rivera era el del Duce italiano Benito Mussolini, el cual fue nombrado por el rey Victor Manuel III presidente de gobierno y al que Primo de Rivera consideraba "el apóstol de la campaña dirigida contra la corrupción y la anarquía", aunque, de lo primero ambos dictadores fueron más bien continuadores.


El mencionado Ramiro de Maeztu Whitney (de padre criollo cubano y madre británica), abrazó el nacional-catolicismo, y en su libro “Defensa de la Hispanidad” publicado en 1934, sostenía la superioridad espiritual e ideológica de la raza española: “La raza, para nosotros, está constituida por el habla y la fe, que son espíritu, y no por las cualidades protoplásmicas". Es decir, la raza española era la que hablaba el idioma castellano y además practicaba la religión católica.

"El color de la piel era el indicador último de la posición social y política en en la Guinea colonial (África). La igualdad entre blancos y negros no existía. El color de la piel era el indicador último de la posición social y política. Un blanco siempre estaba por encima de cualquier negro, incluso de los llamados “emancipados”, grupo constituido por la élite negra adinerada que respondía a la categorización de un decreto de 1944 que dividía a la población guineana en “emancipados" (‘plenos’ o ‘limitados’)” y “no emancipados”.
En el documental, Alfredo Malo, cámara del equipo de TVE Guinea, llama a los guineanos “morenos”, eufemismo destinado a ocultar en la forma lo que durante siglos había significado, para los blancos, igual a “esclavo”. De hecho, España adquirió la región en el S.XVIII para participar en el comercio negrero. “Moreno” tiene en su práctica colonial la misma concepción que se tiene de “negro”, pero adornado con la retórica nacional-catolicista con la que Franco pretendía huir de la etiqueta de racista. Los ‘morenos’ eran inferiores, sólo aptos para el trabajo manual y el servilismo. 
España con todos sus territorios africanos en 1950



ANTONIO VALLEJO-NÁGERA


Experimentos genetistas del fascista Vallejo-Nájera con bebés

Pero, el ideólogo fundamental del racismo español del siglo XX fue el médico psiquiatra de los servicios militares Antonio Vallejo-Nágera (Palencia 1889-Madrid 1960). Estuvo el palentino en los campos de concentración españoles y después se fue a Alemania a estudiar con los psiquiatras punteros entonces como el nacional-socialista (nazi) Ernst Rüdin. Vallejo-Nájera escribió varios libros sobre la raza española y la necesidad de “limpiarla” (eugenesia), donde decía cosas como:

 “Contemplamos el panorama nacional profundamente doloridos (….). Parece como si se hubieran agotado los manantiales de energía y vitalidad de la raza. (…) Persigue la eugenesia genetista la selección de los elementos procreadores, a fin de que padres biológicamente perfectos procreen hijos sanos y mejoren progresivamente las razas (…) Del grado degenerativo de la antaño viril raza hispánica sabemos tanto los médicos como los moralistas, sociólogos y políticos (…) Estimular la procreación de los superdotados física y psíquicamente; favorecer el desarrollo integral del niño y del joven; y crear un medio ambiente favorable para la raza selecta". 

“Una supercasta hispana, étnicamente mejorada, robusta moralmente, vigorosa en su espíritu”.
“La esencia de la raza hispana radica en el patriotismo”
“La raza que no quiere estar subyugada por los inferiores y débiles de cuerpo y de espíritu debe engrandecer los biotipos de buena calidad hasta lograr que predominen en la masa total de la población”.

Vallejo-Nájera quería crear una súper raza de aristócratas españoles, idea de la escuela filosófica alemana. La creencia de la necesidad de una clase dirigente elitista y cerrada para gobernar a la “masa” del pueblo, es parte de la ideología del nacionalismo español presente en los libros de Ortega y Gasset. Es por ello que el Régimen Franquista incorporó a los “tecnócratas del Opus Dei” a su cuerpo administrativo, donde se instalarán definitivamente junto a otras sectas del catolicismo más retrógrado en derechos humanos para intentar controlar el poder político, el económico, el educativo y el mediático.

Todavía hay en España calles y plazas con el nombre del apodado "Mengele" español. Antonio Vallejo-Nágera tenía la idea de crear "una raza social que tuviera como máxima en sus valores la aristocracia, el militarismo y el catolicismo" https://www.lamarea.com/2014/03/02/vallejo-nagera-el-mengele-de-franco-y-la-estirpe-desigual-de-rajoy/
“A la mujer se le atrofia la inteligencia (...), ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”
 “Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad (…) Además, en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes”. 
“En las clases bajas populares predominan los deficientes mentales y los incultos más que en otros estratos sociales superiores” Antonio Vallejo-Nágera (o Nájera)


Las ideas supremacistas también llegaron a los historiadores y tuvieron consecuencias políticas dentro de España. Los grandes ideólogos del fascismo español como Martín Almagro (padre e hijo), Martínez Santa-Olalla  y L. Pericot García, sostenían una unidad racial peninsular desde la prehistoria, y de una unidad política desde el Imperio Romano, basándose más en su intuición que en la arqueología o en documentos históricos (modernamente la genética ha desmontado su frágil andamio).  

"Cuando Himmler puso un pie en España, hace ahora 75 años, la mano derecha del Führer tenía claro quién sería su guía por los territorios de la vieja Iberia. El arqueólogo burgalés Julio Martínez Santa Olalla era más que conocido del Reichführer: en los círculos científicos de la Alemania nazi, a la sazón controlados por él, eran celebradas las tesis arqueológicas del burgalés, empeñado en la ‘arianización’ de España por los celtas ..."
https://www.diariodeburgos.es/noticia/z1b5bab19-ece2-0a1b-d0e06936dffb1d85/201510/la-sombra-burgalesa-de-himmler

EL SUPREMACISMO RACIAL CASTELLANO


Según explica la Wikipedia, el burgalés Misael Bañuelos García (1888-1954), médico y profesor de la universidad de Valladolid, durante la dictadura franquista, recurrió a las doctrinas racistas para justificar la superioridad de los castellanos, que para él era la columna vertebral de España sobre el resto de los pueblos peninsulares. Así, afirmó que en el norte de Castilla de donde él procedía, no había habido mezcla racial con "preasiáticos" como fenicios y judíos como había sucedido en las regiones "separatistas". Precisamente para Bañuelos la decadencia de España  se había producido cuando los nórdicos habían sido desplazados por los de raza inferior.  



EL RACISMO ESPAÑOL CONTRA EL "SEPARATISMO"

Siguiendo esta línea de pensamiento, el gallego Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) fue uno de los principales ideólogos del nacionalismo español desde la presidencia de la Real Academia de la Historia de España durante el franquismo (1947-1968) y de la RAE (años 1926 y 1947), desde las cuales defendía la castellanización de Cataluña y de los euskaldunes. 

Se fomentaron en esos años la idea de “limpiar” España de vascos y catalanes por no cumplir con todos los parámetros atribuidos a la “raza española”, pero, sobre todo, por oponerse al proyecto político del nacional-catolicismo y del nacionalismo español en general: centralismo y uniformidad “racial” frente a una visión confederal de España. 

Estas ideas eran y son compartidas con la “izquierda” española. Es así como el presidente de la II República española en el exilio y miembro de la Real Academia de la Historia, el madrileño Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), aseguraba que los vascos eran “españoles todavía no romanizados de manera integral” y el PSOE atacaba al euskera para pedir su desaparición.




RACISMO TRAS LA MUERTE DEL DICTADOR FRANCISCO FRANCO

Murió el dictador y genocida de su propio pueblo Francisco Franco tranquilamente en su cama en 1975 en olor a multitudes que le aplaudían, salvo los 114.000 “desaparecidos” y los millones de represaliados. Se restauró en España de nuevo el modelo decimonónico de la monarquía junto a la partidocracia y con el ejército como garante de la unidad nacional, pero sin cambiar nada de lo esencial para el nacionalismo español, nuevamente ganador de la contienda y hegemónico: “Patria, Religión y Monarquía”.

A finales del siglo XX el término “raza” adquirió un cariz negativo que hasta entonces no tenía, sobre todo por las limpiezas raciales y étnicas practicadas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial que el judeo-polaco Raphel Lemkin bautizó con el neologismo de “genocidio”. No era un método político nuevo en la historia, pues casi todos los imperios lo habían practicado desde tiempos prehistóricos (incluida Castilla en su conquista de América de donde viene la “Leyenda Negra” de España), pero sí era novedosa la sistematización en la eliminación de un grupo social y la capacidad de los medios de comunicación para difundirlo y documentarlo.

El propio nacional-catolicismo, para terminar de introducir el idioma castellano y el sentimiento español a aquellas tierras de la corona aragonesa y de la Nabarra donde aún no lo habían conseguido pese a todas las leyes e imposiciones administrativas y religiosas, combinó el genocidio físico y biológico (expatriación y repoblación) con el cultural (prohibición de hablar catalán y euskera), tal y como los definió Lemkin, y que quedó visualmente plasmado en el documental de Jorge Grau presentado al propio dictador que lleva por título “Ocharcoaga 1961” (https://www.youtube.com/watch?v=-sOB0rQ_B0E), hechos bien documentados en libro de Xabier Irujo Amezaga (Genocidio en Euskal Herria). Muchas de las medidas del genocidio cultural las resumí en el artículo “250 años de leyes contra el euskera y el catalán” https://lehoinabarra.blogspot.com/2021/05/las-leyes-contra-el-euskera-y-el-catalan.html



EL RACISMO EN ESPAÑA HOY

Desde 1981 el 12 de octubre se celebró como día de la Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad, pero a partir de 1987 se pasó a llamar el Día de la Fiesta Nacional.

Hoy en día el término “nación” ha sustituido al término “raza” pero la ideología supremacista perdura en España. Es fácil observarlo ante el inmigrante africano e incluso, contradictoriamente, ante el hispano. Pero en el siglo XXI existe el supremacismo dentro de España. Para el nacionalismo español todos los demás idiomas peninsulares siguen siendo inferiores al castellano y sus hablantes no tenemos los mismos derechos, convirtiéndonos en ciudadanos de segunda. 

En España es frecuente el menosprecio al euskara, al gallego o al catalán, ni que decir a idiomas casi desaparecidos como el bable o el romance navarro-aragonés. Hay una cultura “nacional” española superior y otra “regional” inferior. Así podemos afirmar como Ortega y Gasset que “Castilla hizo España y Castilla la deshizo”.

En la España del siglo XXI se apela a la unidad nacional de la “limpieza de sangre” del apellido castellano a los cientos de miles de independentistas catalanes nacidos en Catalunya, pero cuyos padres sufrieron las políticas de repoblación llevadas a cabo por el franquismo, quedando unido e inseparable lo español con Castilla, siendo por tanto los catalanes y los vascos los nuevos “moros y judíos” o una “casta” inferior. 


EL DÍA DE LA RAZA Y EL DE LA HISPANIDAD DESPUÉS

Es significativo que el día nacional de España en pleno siglo XXI, se llame precisamente “El Día de la Raza Española” desde su promulgación por el nefasto Bourbon Alfonso XIII en el año 1918 y hasta 1958, siendo su conmemoración el 12 de octubre, el día en el que genovés Cristóbal Colón llegó a América en el año 1492, aunque el Dictador Francisco Franco lo adaptó a el Día de la Hispanidad, pero de ello hablamos en otro artículo: LEHOINABARRA: EL DÍA DE LA HISPANIDAD O DE LA RAZA ESPAÑOLA