EL EUSKERA, EL GEORGIANO, EL ARMENIO Y EL BEREBERE
Aitzol Altuna Enzunza
El 3 de diciembre se celebra el día de San Francisco de Xabier, nacido en la Nabarra libre en 1506, patrono de la lingua navarrorum o euskera; "No hallava entre ellos otra respuesta sino que eran christianos, y que por no entender ellos nuestra lengua no sabían nuestra lei, ni lo que habían de creer, y como ellos no me entendiesen ni yo a ellos, por ser su lengua natural malabar y la mía bizcaína (sic)" firma: Francisco de Xabierr (sic), en ese siglo, hablar en “bizkaino” era hablar en euskera.
(Wikipedia) Lengua aislada: es aquella lengua natural para la que no se ha probado ningún parentesco con otra lengua viva o muerta, y además no pertenece a ninguna familia de lenguas (es decir, ella es la única miembro de su familia). El ainu, el japonés, el sumerio así como el euskera, son ejemplos de lenguas clasificadas como aisladas.
En 2009 el euskera fue recogido en el libro rojo de la UNESCO sobre idiomas en peligro como una “lengua vulnerable”.
Hay que relativizar la importancia excesiva que se le ha dado en momentos puntuales de la historia al parentesco del euskera con otros idiomas, se mezclan elementos probados con otros que requieren de una mayor concreción. Como escribió Robert Lawrence Trask (1944-2007) en su libro “History of Basque” (1997), al euskera “se le han propuesto conexiones (generalmente genéricas) al menos con el antiguo ibérico, con el antiguo aquitano, con el indoeuropeo (especialmente, celta, latín, griego, eslavo antiguo y sánscrito), con el picto, con las lenguas bereberes del norte de África, con el semítico, con el etrusco, con le minoico, con el sumerio, con el urálico (especialmente el finés), con el burushaski, con el dravídico, con las lenguas munda de la India, con las lenguas yeniseycas y chukchi-kamchatkianas de Siberia, con el chino-tibetano, con el esquimal, con las lenguas na-dené de Norteamérica, y sobre todo con los idiomas caucásicos, del norte y del sur. Y esta lista no tiene nada de exhaustiva”.
El estadounidense Morris Swadesh (1909-1967), doctor en lingüística por la universidad de Yale (EEUU.), creó un mapa mundial de idiomas actuales según la lingüística comparada, atendiendo a su origen común. El método Swadesh léxico-estadístico o glotocronológico se basa en la toma de 215 palabras en dos grupos de 100, son palabras clave como pronombres personales, numerales bajos, partes del cuerpo, nombres de parentesco, algunos verbos de acción, algunos adverbios de tiempo y lugar, objetos de la naturaleza, acciones muy corrientes, acciones corporales e interrogaciones.
Swadesh aseguraba que en el vocabulario básico el ritmo de cambio es tan regular en las lenguas, que había podido crear un sistema de medición del tiempo transcurrido en el que dos idiomas estuvieron relacionados en el pasado y que hoy están separados geográficamente, por el número de elementos sustituidos de la lista, calculándose a razón de 1,4 por ciento cada siglo. Pero el método tiene muchas partes aleatorias, no es como el estudio del “método histórico” sobre idiomas que se han escrito durante milenios, por tanto su interés es siempre muy parcial.
Según Swadesh, ese vocabulario básico de 100 ó 215 palabras cambia menos de un 20% por milenio en cada idioma. Estas variaciones en el vocabulario dejan un poso común a dos o más lenguas actuales relacionadas entre sí, que se trata de medir cronológicamente, estableciendo de esta forma la distancia entre un idioma y sus parientes más modernos. Si el número de palabras de misma raíz entre dos idiomas de esos dos grupos de 100 es menor o igual al 5% se considera casualidad (pero la cifra no responde a nada en concreto), y si es superior se ha demostrado que sería fruto de algún pasado común; se ha estudiado una fórmula sacada de realidades entre idiomas conocidos para, en función del porcentaje resultante, saber cuando se produjeron el contacto entre esos idiomas.
La fórmula que se usa para saber el tiempo transcurrido entre el período en el que se produjo el contacto y el momento actual es:
t= log c/2log r (t = tiempo transcurrido, c = nº de coincidencias, r = constante de variación).
El resultado con el euskera fue el siguiente (con el resto de idiomas con que se ha comparado por este método al euskera el resultado es inferior y no significativo):
lista 215 lista 100
Caucásico circasiano de noroeste: 6,62% 7,52%
Caucásico ávaro de noroeste: 3,80% 5,37%
Georgioano, caucásico meridional: 4,73% 7,52%
Berebere del Rif (norte de Marruecos): 6% 9,67%
Berebere de Sus (sur de Marruecos) 7,38% 10,86%
Muchas de las similitudes dadas por buenas son más que cuestionables, tampoco se tiene en cuenta la evolución de las palabras y de los idiomas, algunos préstamos de otros idiomas se dan por buenos etc. (Fuente: “El euskara arcaico”, Luis Nuñez Astrain).
Tampoco podemos olvidar lo que el mencionado lingüista estadounidense R.L. Trask escribió en sus libros “Historical linguistics” y en su “History of Basque”, donde compara el húngaro con el euskera y con el que encontró en dos horas de búsqueda 65 palabras parecidas que sólo podían ser fruto de la casualidad, pero que nos hacen cuestionar muchas investigaciones; este ejercicio probado por otros investigadores con otras lenguas sin relación entre ellas, ha dado el mismo sorprendente resultado. Como el mismo R.L. Trask sentencia: “No acierto a entender por qué algunos lingüistas se emocionan tanto cuando encuentran dos docenas de palabras vascas que se parecen a otras dos docenas de palabras bereberes o sumerias”.
La relación entre el vasco y las lenguas caucásicas fue formulada por primera vez de modo científico por el lingüista Italiano A. Trombetti (1902-03), quien más tarde en 1925, publicó su obra “Le origini de la lingua basca”. Otros habían sugerido ya esta posibilidad como el vasco Antoine d'Abbadie en 1836 y el Alemán Hugo Schuchardt (1842-1927) más tarde.
El Cáucaso se encuentra a 4.000 kilómetros de Garona-Pirineos-Ebro donde habitan los vascos. En el Cáucaso conviven cerca de 50 pueblos diferentes entre sí con sus idiomas. La dificultad principal en establecer la relación euskaro-caucásica consiste en la falta de unidad entre las distintas lenguas caucásicas a su vez, hasta formar 22 lenguas distintas, según la clasificación que ofrece Dumézil en “Les langues du monde” (1924), entre esas lenguas caucásicas las principales son:
Noroccidentales: Abajaso (91.000 hablantes), Abaza (65.000), Circasiano o cherqués (328.500).
Septentrionales o veinajíes: Bácico (3.000), Inguso (159.000), Chechenio (320.000)
Nororientales o daguestánicas: Ávaro (461.000), Andí (8.000), Dido (7.000), Laco (94.000), Dargínico (273.000), Lezguio (189.000), Tabasarano (72.000)
Meridionales o kartvélicas: Georgiano (3.485.000), Suano (20.000), Mingrelio-lazo (349.000).
La relación léxico-estadística de Swadesh el circasiano y el georgiano con el euskera es del 7,52%, más alta que con cualquier otro idioma del mundo. El supuesto contacto se habría producido en el magdaleniense, por tanto hace unos 10.000 años, según este método de Swadesh (se puede leer al respecto el artículo “El euskera el latín del paleolítico europeo” del mismo autor).
Con el resto de los idiomas del Cáucaso, con los kabardiano, abkahziano del noreste y con los idiomas katvelianos del Sur (megreliano, svaniano etc.), tiene el euskera actual parecido en la tipología (verbos, el ergativo etc.) y en la etimología de algunas palabras, pero su relación léxico-estadística con todos ellos es menor al 5%.
Para los que quieran seguir ahondado en el tema, es recomendable el libro "El origen de los vascos" del genial historiador ronkalés B. Estornés Lasa, donde se citan palabras comunes caucásicas y vascas, como el "gu" (nosotros) del euskera común al georgiano y svano, el "zu" (tú) del euskera y la misma palabra del cherkese etc., según este autor habría centenares o miles de paralelismos; también se puede consultar el libro “el euskera arcaico” de Luis Nuñez Astrain, de mayor precisión.
También existen paralelismos entre el euskera y el georgiano en aspectos sintácticos, como en el uso del ergativo (verbos transitivos-intransitivos, formas “Nor-Nork”) que no se dan en ningún otro idioma europeo y que sólo se dan en el tibetano y en el burushaski de la India en el mundo (aunque este último lo ha perdido recientemente).
Hay además connivencias entre el euskera y el georgiano en el modo reflexivo de hacer frases como: “he visto mi cabeza en el espejo” (nire burua ispiluan ikusi dut), y no: “me he visto en el espejo”, que sólo se da en el georgiano además de en el euskera.
La /h/ aspirada, elemento propio del euskera que lo diferenciaba en la epigrafías fácilmente de otros idiomas que no lo poseían como íbero por ejemplo, tiene su equivalente en los idiomas caucásicos, elemento ya desaparecido en el dialecto occidental, según se puede ver en la reja de San Millán del año 1025, donde aparecen numerosas “h” transpiradas en los nombres de los municipios del condado alabés.
Otro elemento común de los idiomas caucásicos y el euskera es el uso de base veinte para contar, que también es común al burushaski hindú y al el dialecto berebere tachelhit (mayoritario entre los bereberes de Marruecos, Alto-Atlas, laderas meridionales y hasta el océano). Para entender lo que se quiere decir, en euskera hogei es veinte: berrogei (dos veces veinte, luego cuarenta), hogeitamar (veinte y diez, luego treinta) etc., incluso hay textos, de los primeros en euskera, donde el número cien (ehun en euskera) se escribía bostogei (cinco veintes) o para cientosesenta zortzitan hogei (ocho veces veinte), por ejemplo. Esta métrica tiene su razón de ser en los dedos que el hombre posee para contar, los de las manos y los de los pies; otros autores lo relacionan con los ciclos solares.
También usan el veinte como base, tal y como lo recoge Urbeltz en su libro “Bailando el Caos”: los tamanas en el Orinoco, los inuits en Groelandia, ainus en Japón, ciertas culturas precolombinas de América Central, los mayas, o las africanas de Malinké del Alto Senegal y Guinea, los banda de África Central, los yebu y yoruba de Alto Senegal y Nigeria etc. En Europa lo usan los idiomas celtas como el galés y quedan restos en el inglés, francés o danés, quizás por influencia de los idiomas celtas (pero es imposible saber si el euskera influyó en el celta, si fue al revés o si es una casualidad).
Pero muchos lingüistas actuales o recientes de renombre, se muestran escépticos con el parentesco con los idiomas caucásicos, así, Koldo Mitxelena (1915-1987) ya decía que: “En resumen, hay algunas similitudes léxicas vasco-caucásicas de las que no cabe demostrar que sean posibles, pero en cambio hay una gran cantidad cuya extraordinaria inverosimilitud puede demostrarse (…). Incluso si el euskara y las lenguas caucásicas remontan a un origen común, el número de eslabones intermedios desaparecidos debe de ser tan elevado que es de temer que, por no conocerlos, no se lleguen a establecer los antiguos lazos de parentesco”.
Otro lingüista vasco, el donostiarra José Luis Álvarez Enparantza “Txillardegi” (Donostia 1926), comenta (1996): “Hasta no aclarar el lío entre lenguas caucásicas y no decidir con nitidez con qué lengua caucásica vamos a comparar, no es muy serio tomar en cuenta este o el otro puntito de aquí y de allí de cualquier modo. Es cierto que, en resumen, en el terreno de la lingüística científica y de la investigación rigurosa, no podemos decir gran cosa sobre la hipótesis caucásica. Primero debemos de esperar un poco a ver si se aclara la madeja de las lenguas caucásicas.”
En caso de haber una relación, tanto para Koldo Mitxelena, como para el euskaltzain Xabier Kintana (Bilbao 1946) o para el prestigioso lingüista francés Antoine Meillet (1866-1936), se tiene que remontar a los milenios quinto y sexto o anteriores. Estudios recientes en tesis doctorales van aportando más luz al parentesco entre el euskera y el georgiano.
El euskera y el armenio
Armenia es un Estado independizado recientemente de la URSS del Cáucaso meridional alrededor del lago Van y vecino de Georgia, cuenta con una población de 44 millones de habitantes. Los arqueólogos continúan desvelando la evidencia de que Armenia y sus montañas estuvieron entre los primeros lugares donde se asentó la civilización humana a través de los sumerios en los milenios anteriores al nacimiento de Cristo, uno de los hitos de la nación Armenia es precisamente la de haber sido la primera en adoptar el cristianismo como religión oficial en el año 301.
El lingüista y vascólogo armenio Vahan Sarkisian, nació en año 1957 en la capital de Armenia, Erevan, con el monte Ararat de fondo. Según recogía en una entrevista al Diario Vasco en el 2007, Vahan Sarkisian estudió Filología Románica en la Universidad de Ereván y realizó su tesis doctoral sobre los contactos lingüísticos vasco-armenios, ha realizado numerosas traducciones del castellano y el euskera al armenio, así como el Diccionario Vasco-Armenio y una Gramática de la Lengua Vasca en su lengua. En la actualidad es director de la Cátedra de Filología Románica de la Universidad de Ereván, presidente de la Academia Lingüística Internacional, miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas, así como director de la revista internacional vasco-armenia Araxes y, desde 2002, académico de honor de Euskaltzaindia. Vahan es el principal promotor de la «teoría vasco-armenia» y quien más ha trabajado en los últimos años sobre el parentesco etnolingüístico entre ambos pueblos.
Este prestigioso lingüista armenio cree que “los estudios vasco-armenios se encuentran en un momento importante, porque ya estamos suficientemente equipados para empezar a sacar conclusiones (…). Curiosamente, los mejores promotores de esta teoría no fueron ni vascos ni armenios y, por lo tanto, no tenían intereses directos en la cuestión. Me refiero al inglés Edward Spencer Dodgson y al alemán Joseph Karst. El primero conocía bien el euskera. En París comenzó a estudiar armenio y rápidamente detectó las similitudes, que resumió inicialmente en una lista de 50 palabras. Karst, por su parte, era armeniólogo y, cuando entró en contacto con el euskera, comparó cuestiones relacionadas con la antropología, el sistema fonético, la gramática y el léxico y extrajo más de 400 semejanzas. (…) Comprendemos sin problemas por ejemplo, qué significa Zabaltegi, u Ormazabal..., porque significa exactamente lo mismo en armenio. Nos sentimos como en casa, y eso ya quiere decir algo.
El armenio se considera una lengua indoeuropea (el euskera es la único idioma preindoeuropeo de toda Europa, anterior a las invasiones de estos pueblos ), pero si sacamos a la luz las veinte regularidades más importantes de la lengua veremos que coinciden más con el euskera que con otras lenguas vecinas como el georgiano o el persa. Y no sólo referidas al léxico. En armenio, por ejemplo, no se forman palabras con una -r inicial, a nuestra garganta le cuesta mucho pronunciarla. Lo mismo le pasa al euskera, a la garganta vasca.
Ni el armenio ni el euskera reconocen la acumulación de consonantes, nos resultan impronunciables, en tanto que en otras lenguas vecinas a la nuestra, como el georgiano, son habituales los grupos de hasta cinco o seis consonantes. Podríamos mencionar otras muchas características que nos separan de nuestros vecinos y nos acercan al euskera, como el artículo pospuesto, la manera de formar el plural... Sin hablar de la toponimia, que aporta una enorme cantidad de semejanzas. (…) Yo creo que esta clase de coincidencias -que afectan incluso al aparato de articulación, que tiene un carácter fisiológico- no pueden surgir del mero contacto, no se pueden importar o exportar. Karst decía que el armenio y el euskera son dos variedades del mismo tronco lingüístico (…) Lo único que me atrevería a decir con alguna certeza es que tal vez en la antigüedad toda la zona estaba ocupada por el mismo elemento étnico-cultural, que cedió terreno a otros elementos, quedando vestigios en Euskadi y en Armenia, como supervivientes de una gran y antiquísima civilización”.
Es curioso que el armenio –que no da parentesco por el método Swadesh con el euskera- y el georgiano, tengan, aparentemente, más parecidos con el euskera que entre sí cuando son pueblos fronterizos. Para finalizar este pequeño resumen sobre los idiomas del Cáucaso una curiosidad toponímica, en Georgia existe un monte Gorbeya (como el monte más alto de Bizkaia y Alaba), en Armenia existe el monte sagrado Ararat (como la sierra Aralar entre Alaba, Gipuzkoa y Alta Navarra) y también un monte de nombre Gora (montaña en el idioma de la zona y "arriba" en euskera).
La curiosidad es aún mayor pues el río Araxes baña el monte Aralar, lugar privilegiado donde se encuentra la mayor concentración de dólmenes del Pirineo (hay censados más de 400), y en el monte armenio de Ararat se encuentra un río llamado también Araxes, monte donde Noé posó su arca según la tradición cristiano-judía (Wikipedia]).
El berebere y el euskara:
El berebere por el método léxico estadístico de Swadesh, no está relacionado ni con el árabe, ni con el egipcio, tampoco con el georgiano, pero sí con el euskera, así como de los idiomas cadmitosemitas del que procede. Luego el euskera es un idioma que puede tener elementos comunes con el georgiano y con el berebere, pero éstos no los tienen entre sí.
Originalmente, el berebere y su cultura propia cubría el conjunto del Magreb y el Sahara, por lo que histórica y antropológicamente se puede afirmar que los magrebíes son bereberes. Hoy entre en 40 y el 50% de los marroquíes hablan berebere (10 millones) y entre un 20 y un 30% de los argelinos (sobre 5 millones), también hay bereberes en Malí (400.000), Túnez (250.000), Libia (200.000) y Egipto (15.000).
"Imazigen" es como se llama así mismo el pueblo berebere y significa "hombres libres"; berebere deriva del latín y viene a significar "balbuceo", es como les llamaban los romanos. El berebere o beréber es un idioma camitosemítico (familia lingüística de Asia Menor, actual Israel y países anexos) que se habla en el norte de África. En su máxima extensión se ha llegado a hablar berebere en los actuales Marruecos, Mauritania, Libia, Oeste de Egipto y las tribus Tuareg del Norte de Malí y Níger (éstos aún hoy lo hablan) y en el Sur del Sahara. Es un idioma dividido en muchos dialectos.
El porcentaje de relación léxico-estadístico de Swadesh del euskera con el berebere del Sur es de un 7,38% y con el berebere de la zona de Rift (zona montañosa entre Marruecos y Argelia) es de un 6% (tomando las 215 palabras pues con las 100 aumenta el porcentaje). Luego por este método sí habría una relación o substrato común entre ambos idiomas. Por el porcentaje de relación, el contacto habría tenido lugar hace unos 8.000-9.000 años.
En berebere los nombres dados a los animales son muy parecidos a los dados en euskera. "Aker" (macho cabrío en euskera) "iker" en berebere, "asto" (burro) "ezet" en berebere; también coinciden en la forma de decir caballo, cuervo, río, hermano, yacer, nombre ("Izen" e "isem") "yo" y otros.
Hay que fijarse en los fonemas, no en como se escriben actualmente, el contacto se habría dado hace 9.000 años y la escritura es una fenómeno relativamente reciente.
Dentro de este análisis hay que mencionar a los guanches, habitantes anteriores de las Islas Canarias a la llegada de los españoles. Por los escritos encontrados (la arqueología lo ratifica) se cree que los guanches hablarían un idioma berebere y serían en su mayoría de esa procedencia. Debido al aislamiento de las islas, este idioma mantendría un grado de relación con el euskera mayor que el berebere del Sur y el de Rift.
Se ve muy claro en la utilización del verbo auxiliar que sigue la misma pauta de tablas que el euskera, el parecido se acentúa con el euskera bizkaíno (tablas como las de nor-nori, nor-nork etc., que todos los que hemos estudiado euskera hemos aprendido). Hay quien ve topónimos vascos en las Islas Canarias aunque esto parece excesivo, son topónimos como: Los Llanos de Aridane (Harrigane: cima de piedra), Argindei, Tinizara (Tinitzaha), Tajuia, Tenegia, Jedei (Iedegi) en La Palma y en Lanzarote: Masdeche (Mahats-etxe: uva-casa), Haria, Orzola, Guinate (Gainate: paso de en alto), Yaiza (haitza: roca), Ajache, Tesegite, Mozaza etc.
Una anécdota que se suele contar, es que los primeros conquistadores de las Islas Canarias creyeron que los nativos hablaban euskera.
La relación del euskera con el berebere es cuestionado por falta de suficientes pruebas, por gente de tanto peso moral, como profundos conocimientos y reconocida reputación científica sobre la materia como era el filólogo vasco Koldo Mitxelena, que creía, sin embargo, necesario estudiar más la relación del euskera con los idiomas caucásicos que le producían serias dudas.
El mismo Hugo Schuchardt (Alemania 1842-1927), además de la relación con el íbero, estudió el posible parentesco con lenguas de la familia camítica del Norte de África, relación que ya había sido apuntada en 1894 por G. Von der Gabelentz. Lingüistas como el holandés Uhlenbeck (1866-1951) o como el francés Lafon (1899-1974) no niegan la posibilidad de tal parentesco, pero ven mayores posibilidades de lograr resultados positivos en el estudio de las relaciones con otros grupos de lenguas, principalmente con las mencionadas lenguas caucásicas.
Entre el euskera y el berebere las similitudes se reducen al plano del léxico o lexicográficos, pues que sintáctica y gramaticalmente no parece guardar relación alguna, tanto en el habla actual como en el pasado, lo que sí se observa son similitudes en la articulación verbal o en la utilización de algunas partículas.
Julio Caro Baroja dice al respecto: “He de advertir de todas suertes que la relación establecida por Schuchardt entre el vasco y los idiomas africanos llamados camíticos no es tan fundada como se ha pretendido. Por lo contrario, la hipótesis de una relación entre el vasco y los idiomas caucásicos, que es acaso la que menos interés ha producido en la Península, parece ser la más prudente, porque se basa en observaciones de orden lingüístico, morfológico, estricto, y la Antropología física”. Los bereberes son de origen Cro-Magnon al igual que los vascos.
Euskera y paleosardo, ¿parientes cercanos? DIARIO DE NOTICIAS DE ALAVA MARZO 2011
Juan Martin Elespuru
HAN corrido ríos de tinta acerca de los supuestos parientes del euskera. Durante siglos la mayoría de los estudiosos consideraron que la lengua ibérica y la vasca eran la misma cosa, que el euskera era el reducto de la lengua que se habló en parte de la península ibérica y del sur de Francia. Pero cuando en la primera mitad del siglo XX se descifró el alfabeto ibérico y se pudieron leer, con muchas inseguridades, textos ibéricos se comprobó que dicha lengua no se dejaba interpretar fácilmente por medio del euskera, a pesar de la existencia de bastantes afinidades léxicas y morfológicas. Hoy en día la cuestión sigue viva, aunque es opinión bastante generalizada que no pertenecen a la misma familia lingüística.
También se ha creído desde antaño en la relación con algunas lenguas caucásicas, pero los numerosos estudios comparativos realizados hacen pensar en un parentesco muy lejano. Asimismo, el amazig, el etrusco, algunas lenguas siberianas y asiáticas, incluso amerindias, han sido objeto de estudio por parte de diversos lingüistas. Los resultados llevan a creer que el euskera no ha sido siempre una isla, que estuvo emparentado en épocas remotas con lenguas que todavía perviven en el mundo, pero que las semejanzas son pequeñas hoy en día. Actualmente existe cierto consenso entre los lingüistas en considerar que no se ha identificado con claridni entre las lenguas vivas ni las muertas, ningún pariente cercano.
Pero la sorpresa ha saltado de donde nadie se lo esperaba, de la isla mediterránea de Cerdeña. El lingüista catalán Eduardo Blasco Ferrer, profesor de la Universidad de Cagliari e investigador de amplio currículum, publicó el pasado otoño un libro titulado Paleosardo, le radici linguistiche de la Sardegna neolítica. Una obra que podría marcar un antes y después en las investigaciones sobre el paleosardo y que podría tener también una influencia importante en los estudios sobre la historia del euskera. No hay que olvidar que la isla nunca fue ocupada por pueblos de estirpe indoeuropea hasta la llegada de los romanos.
Cuando una lengua desaparece sin dejar textos escritos, la toponimia es casi la única fuente para estudiar la misma. Los sardos han sido conscientes desde hace mucho de que poseían una toponimia singular. En pocos lugares del mundo se habrán efectuado recopilaciones tan meticulosas de toponimia menor y se habrán publicado tantas obras sobre la materia. Existe una base de datos en Internet que ya la quisiéramos nosotros y que nos debería llevar al sonrojo.
En la toponimia sarda los nombres provenientes del latín o del romance son mayoría relativa; también son numerosos los de origen fenicio-púnico, no en vano los cartagineses dominaron la isla durante dos o tres siglos. Pero infinidad de topónimos, tanto mayores como menores, no son interpretables por esas lenguas, y los lingüistas que los han estudiado los han solido relacionar con etrusco, ibérico, líbico-berebere o lidio, e incluso con babilónico o acadio. También algunos pocos nombres, por ejemplo los que contienen ur, con euskera.
Blasco Ferrer nos avisa ya en el prólogo de la necesidad de la interdisciplinariedad al afrontar materias como esta: "Un requisito fundamental de las modernas investigaciones paleolingüísticas es la interdisciplinariedad de las aproximaciones a la lengua objeto de estudio; el glotólogo de oficio que trabaja sobre un sustrato lingüístico debe de saber adentrarse en áreas contiguas a su disciplina, como la Historia, la Arqueología y cada vez más la Genética molecular". El autor ha predicado con el ejemplo en su obra.
A falta de espacio, resumiríamos así la tesis del lingüista catalán: hubo una migración desde el área vasca en el mesolítico (8.000-5.000 a.C.) que pobló la isla. Seguramente hubo también flujos posteriores. Los estudios de genética sobre el ADN mitocondrial han revelado que el aplogrupo V, originario del área vasco-cantábrica, es altísimo en la región central. La lengua llevada por los colonizadores, denominada paleosardo por los lingüistas, fue la que se habló durante todo el Neolítico y el Bronce en la isla, y sobrevivió varios siglos a la dominación romana en la región central llamada por los conquistadores Barbaria, que aún hoy conserva dicho nombre. Se cree que el paleosardo se extinguió hacia los siglos III-IV d.C. o, incluso más tarde, en dicha zona. En algunas partes de esta área, la densidad de topónimos prerromanos supera el 40 %.
Habiendo realizado el autor un minucioso estudio de la toponimia, y confrontado metódicamente los sitios geográficos con sus nombres, ha dado con numerosas raíces vascas. Por citar algunas: (h)aran, ardi, baso, berri, bide, ertz, goni (goi), gorri, iri, istil, iz, lats, lur, mando, on, orri, (h)osto, (h)otz, (h)obi, (i)turri, ur, zuri. Entre los nombres de población encontramos: Aritzo, Ardaule, Asuni, Goni, Loiri, Luras, Olzai, Orgósolo, Ortueri, Osini, Turri, Ulassai, Uras, Uri, Urzulei... Y en la toponimia menor se pueden contar por miles los que poseen raíz vasca. A la luz de la toponimia, el paleosardo sería una lengua aglutinante, como el euskera.
El autor avisa que estamos en el inicio de una investigación que requerirá la colaboración de muchos. Es de justicia dar las gracias al lingüista catalán por haber abierto una vía de estudio tan apasionante.