Declaración unilateral de independencia de la República de Irlanda hecha por P. Pearse en 1916, EL GOBIERNO PROVISIONAL de la REPUBLICA IRLANDESA AL PUEBLO DE IRLANDA: irlandeses e irlandesas: En el nombre de Dios y de las generaciones pasadas de las cuales recibió su vieja tradición y nacionalidad, Irlanda, a través nuestro, convoca a sus hijos bajo su bandera y se rebela por su libertad (…).
Declaramos que el derecho del Pueblo irlandés a la posesión de Irlanda, al control sin condiciones de los destinos Irlandeses, es soberano e irrevocable. La larga usurpación de tal derecho por un Pueblo y gobierno extranjero, no ha extinguido tal derecho, que no puede ser nunca extinguido sino mediante la destrucción del Pueblo Irlandés. En cada generación el Pueblo Irlandés ha reclamado su derecho a la libertad y a la soberanía nacional: seis veces durante los últimos trescientos años lo ha reclamado por las armas”. Irlanda fue invadida en el siglo XII, como la Nabarra Occidental y la Continental, y recuperó su libertad en 1921.
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El reino o Estado de Nabarra fue creado por los baskones que sobrevivieron a la caída del Imperio Romano Occidental que tuvo lugar en el año 476 y a todas las invasiones bárbaras que llegaron tras su destrucción. Por tanto, por el Pueblo que resistió a los siglos de colonialismo y explotación romana manteniendo su cultura, idioma y legislación propia, institucionalizando ese poder en un Estado, llamado sobre el año 600 ducado de Baskonia y después reino de Pamplona o de Nabarra tras las Dos Batallas de Orreaga-Roncesvalles contra los francos: el 15 de agosto del año 778 -Askatasun Eguna- y en el año 824, donde fue aclamado como rey el baskón Eneko Aritza.
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” Marco Tulio Cicerón (s. I a.C.).
1. LOS NABARROS NO SOMOS FRANCESES
El bearnés Enrique III de Nabarra (1572-1610) dejó escrito la separación de los Estados de Nabarra y Bearne del Estado francés del que fue coronado rey finalmente en 1594, esta separación quedó reflejada en documentos oficiales como el de 1607 (Parlamento de Paris A.N. Registre X1A-8646 Fº 43): “hemos ordenado que nuestro dominio antiguo tanto de nuestro reino de Nabarra, soberanía de Bearne (…) permaneciese desunido, distraído y separado de nuestra corona de Francia”.
El hijo de Enrique, el Bourbon Luis XIII, rey de Francia educado en su Corte por Richelieu, anexionó la corona soberana de los Estados de Nabarra, Bearne y Andorra a la francesa mediante el Edicto de Unión de 1620, impuesto después el Edicto militarmente el 15 de octubre de ese año con la toma de las Cortes Nabarras que se reunían en la iglesia de Donapaleu y los Estados Generales del Bearne del parlamento de Pau: “(...) por este Edicto, perpetuo e irrevocable, unimos e incorporamos dicha corona y país de Nabarra y nuestro país y soberanía de Bearne, Andorra y Donezan, y tierras que de ellos dependen (...)”.
En 1621, en el debate de los Estados de Bearne, se acordó por unanimidad declarar “traidores a la patria” a todos los que aceptaran el Edicto de Unión con Francia. Luis XIII renunció a ser “príncipe de Biana” – paso previo necesario para ser nombrado rey de Nabarra-, por lo que ni él ni sus descendientes fueron reconocidos por los representantes del Pueblo de los Estados de Nabarra y Bearne como su rey, por lo que se trató de una invasión contra los Tratados Internacionales y sin previa declaración de guerra, similar a la conquista del resto de territorios del reino baskón de Nabarra. Pese a ello, todos los reyes de Francia firmaban sin legitimidad alguna como “reyes de Francia y de Nabarra”.
“Pero la dificultades aparecen cuando se conquistan dominios en una región con lengua, costumbres y leyes diferentes, y hay que tener mucha suerte y mucha habilidad para conservarlos” Nicolás Maquiavelo “El Príncipe” (s. XVI).
La situación duró hasta la brutal represión contra la población baskona que siguió a la Revolución Francesa del año 1789, con cientos de muertos y masivas deportaciones de población civil.
Sí se reunieron, sin embargo, las Asambleas de cada Estado y región mencionados, con el objeto de redactar los cuadernos de quejas y agravios, donde pidieron la recuperación en su integridad de sus antiguos Fueros o legislación propia y en el caso de Nabarra (reducida territorialmente a Baja Nabarra): moneda distinta, restablecimiento de la chancillería, prohibición de ejercer ninguna función en Nabarra al intendente y a sus subdelegados regios, anulación del tratado de límites de 1785, reconocimiento del franco alodio etc. Es decir, exigían volver a la situación anterior al “Edicto de Unión” de total independencia o plena soberanía separados de Francia.
Los representantes de Nabarra se presentaron finalmente en París, pero no acudieron a la Asamblea Nacional cuando se constituyó ésta, pues estimaban que su presencia sería “un acto de adhesión a los derechos de la Asamblea Nacional, como una renuncia de Nabarra a su Constitución, a su independencia”.
1.- Nabarra es una nación libre y soberana.
2.- Solo la nación es soberana y sus derechos están condensados en las leyes fundamentales del Reino (los Fueros).
3.- El Reino de Nabarra no fue fundado ni por conquistadores extranjeros ni mediante la usurpación de la soberanía. Los nabarros siempre han sido un pueblo soberano y libre.
4.- El Reino de Nabarra es un estado independiente desde hace mil años.
5.- El Reino de Nabarra es un estado dividido en dos por conquista.
6.- A pesar de ello, Nabarra nunca ha perdido su independencia y no forma ni ha formado parte de los reinos de Castilla o de Francia.
7.- Sus reyes no responden al título de Reyes de Castilla o Reyes de Francia.
8.- Las armas del Reino de Nabarra se deben utilizar en los sellos, en la moneda y en cualquier otro documento público del Reino (el pueblo que acuña su propia moneda es soberano).
9.- Los nabarros no son ni franceses ni castellanos.
10.- La soberanía del Reino de Nabarra reside en la nación, representada por su parlamento, las Cortes o Estados Generales de Nabarra. En virtud de la Memoria, los Estados Generales eran los únicos, verdaderos y legítimos representantes de la nación.
11.- El rey es solo el administrador de los bienes de los dominios del Reino, que pertenecen a la nación y por tanto no están sujetos a ningún mal fuero ni a dominio señorial o feudal.
12.- En consecuencia, ni el rey ni ninguna potencia extranjera tiene derecho a enajenar, unir o regalar en todo o en parte, las propiedades y el territorio del Reino.
13.- Por todo ello, cualquier cambio constitucional o dinástico en el Reino de Nabarra tiene que ser propuesto, discutido y aprobado por las Cortes de Nabarra.
14.- Las Cortes de Nabarra ni pueden ni deben enviar sus representantes a la Asamblea Nacional porque es el cuerpo legislativo de un país extranjero.
15.- Nabarra no necesita una constitución porque ya tiene la suya: los fueros.
16.- Los nabarros tienen derecho a la identidad y a la felicidad y solo sus leyes garantizan su bienestar. En virtud del Cuaderno de los Agravios presentados al Rey compilado por Sorhouet, Polverel explica que “Nabarra desea ser independiente y preservar su constitución” porque al amparo de estas leyes el pueblo vivía bien y sus derechos, libertades y franquezas civiles y políticas, pero también económicas y culturales, estaban aseguradas.
17.- Durante mil años los nabarros han vivido bajo el imperio de la ley y al amparo de la tiranía.
18.- Los Estados Generales de Nabarra no debían sacrificar la constitución de su país “cuando Francia no tenía nada que ofrecerles a cambio”.
19.- La lengua de los nabarros es el euskara.
20.- Un estado que persigue la felicidad y el bienestar de sus súbditos no debería atentar contra las instituciones de ningún otro estado.
En otro trabajo anterior Polverel identifica el origen de Nabarra con la población vascona, sin los reparos ni controversias que hoy nos enredan. En todo caso, como puede apreciarse, su nación no se sostiene en la raza, ni en rasgos étnicos, aristocráticos o discriminatorios. Al contrario, estamos ante una nación de carácter cívico, basada en leyes, constituciones, derechos universales, soberanía nacional y bienestar colectivo.
Polverel escribió uno de los mejores capítulos de nuestra cultura política, en plena Revolución Francesa, uno de los episodios más célebres y transcendentes de la historia de la Humanidad. Y sin embargo lo desconocemos; nos lo han escamoteado; somos el pueblo del olvido, incapaz de entender el valor de la cultura, de la memoria, de ese patrimonio etéreo e inmaterial que nos une.
En un apartado de su alegato Polverel afirmaba que si el rey no respondía a los requerimientos y obligaciones de los navarros lo suyo sería proclamar la república nabarra. Hay cosas que no envejecen. Era la época de la Revolución Francesa, pero con los tiempos que corren hoy deberíamos decir lo mismo (“Protocolos sobre la independencia del reino de Navarra y sus relaciones con Francia” Xabier Irujo (Nabarralde, 2020).
El 3 de marzo de 1794 fueron extraditados a la Landas por “infâmes” 4.000 habitantes de Ainhoa, Sara, Zuraide, Kanbo, Larresoro, Ezpeleta o Biriatu (pueblos o barrios de Lapurdi y Baja Nabarra), mientras sus casas eran saqueadas; murieron 1.600, de los cuales 600 eran de Sara.
Las deportaciones a las Landas de 1794 fueron explicadas por el gobierno francés del siguiente modo: “Los habitantes de las comunas infames de Sare, Itxassou y Ascain serán secuestrados de sus domicilios y conducidos a una distancia de al menos 20 leguas de las frontera. Esta medida, obligada por la perversidad de monstruos indignos de ser franceses, no afectará a los ciudadanos que, en las comunas señaladas, hayan dado pruebas constantes y auténticas de civismo y amor por la patria (francesa)”.
El euskara quedó prohibido en cualquier acto público, al igual que su enseñanza en las escuelas en nombre de la Revolución y de la Ilustración: “Liberté, igualité y fraternité”, eslogan eufemístico que escondió el genocidio físico y ahogamiento institucional de los millones de “infames monstruos indignos de ser franceses”, compuestos por personas de todas las naciones aplastadas por el Estado francés. Los 90 libros escritos hasta ese momento en euskara en Iparralde fueron quemados, al igual que manuscritos de obras aún no publicadas. La persecución religiosa produjo a su vez una huida masiva de clérigos, sólo en Bizkaia fueron acogidos más de mil.
Las Cortes nabarras reunidas en la iglesia Saint-Palais de Donapaleu acordaron: “La nación francesa puede llegar a darse una constitución bastante prudente o juiciosa para que Nabarra piense un día renunciar a los suyo y unirse a Francia, pero mientras ese día llega, no hará el sacrificio de su propia Constitución que asegura su reposo y su libertad”. La resistencia natural a cambiar de Constitución, de nación y de Estado renunciando para ello a los propios, nos salió muy caro en víctimas humanas y dejó indefenso a nuestro Pueblo frente a los dirigentes franceses y sus proyectos totalitarios.
Fue el fin de los Fueros en la Nabarra Continental o la legislación del Estado de Nabarra basadas en el Derecho Pirenaico y en el Pueblo baskón con raíces prerromanas, infinitamente más democrático que todo lo que ha venido después.
2. LA DECLARACIÓN UNILATERAL DE INDEPENDENCIA DE 1794, VOLVER A NABARRA
“El árbol de Gernika es el más antiguo, el primero, el padre de todos los árboles de la libertad" J.J. Rousseau (s. XVIII) ilustrado ginebrino.
Tras la Revolución Francesa, en 1794, las tropas francesas con unos 40.000 contingentes invadieron la Nabarra peninsular, Aragón y Catalunya, en represión al ataque español previo a Iparralde y al Rosellón catalán en manos francesas; España quiso evitar la entrada de las nuevas ideas en su suelo, para ello el Bourbon Carlos IV de España mandó cerrar fronteras, donde situó a su ejército con 18.000 soldados que tomaron pueblos de Baja Nabarra como Aldude.
Fotomontaje de San Sebastián-Donostia https://www.diariovasco.com/san-sebastian/viaje-virtual-donostia-20220728101836-ga.html#imagen3, antes de su quema y asesinato masivo de sus vecinos por los anglo-portugueses con el consentimiento-orden de los militares españoles e ingleses, Generales Castaños y Wellington, el 31 de agosto de 1813 https://www.diariovasco.com/v/20120704/cultura/libro-revela-malaria-asolo-20120704.html |
En Gipuzkoa, la ciudad de San Sebastián con su alcalde a la cabeza, pidió negociar con las tropas francesas en base a la potestad que para ello le otorgaban los Fueros. Estaban dispuestos entregar la ciudad a los invasores si estos prometían respetar los Fueros que los reyes Bourbones atacaban constantemente desde la corona española, petición a la que se unieron poco después las Juntas Generales de Gipuzkoa reunidas en Getaria -primera capital de Gipuzkoa bajo el reino nabarro-. Las Juntas reclamaron la soberanía de la provincia anterior a 1200, año de la invasión castellana de la Nabarra Occidental, así como el respecto a la religión católica y a los Fueros o legislación del reino baskón de Nabarra.
El donostiarra Antonio Mendizabal comenta al respecto: “Puede suponerse el escándalo sin límites que en el mundo hispano y de los madriles provocaron primero la claudicación sin guerra y segundo el paso de Gipuzkoa al Estado francés. Pero no solo esto, pues lo que se proyectaba era que Gipuzkoa fuera un Estado independiente o unido a Bizkaia, Alava y (Alta) Navarra y también la resurrección del viejo Reino con Zazpiak Bat (sic), como antes del 1200, decían. Atribuían todo al Seminario de Bergara, a la fundación que hiciera Munibe, Narros y Altuna y que tuvo relación tan directa con el enciclopedismo francés de Voltaire, Diderot y sobre todo Rousseau con su deseo de venirse a Azkoitia”.
Finalmente se llegó a un acuerdo de paz entre los imperialistas españoles y franceses de la que quedamos excluidos los nabarros. La “Paz de Basilea” fue firmada en Madrid en 1795, en la misma, el primer ministro Godoy en nombre del Gobierno español, ofreció a la representación francesa los territorios de Gipuzkoa y Bizkaia a cambio de recuperar las tierras ocupadas por Francia en la isla caribeña de Santo Domingo (hoy Haití), por ser estas tierras nabarras menos interesantes y más conflictivas para la corona española.
El gobierno de París no aceptó el cambio que sí había aceptado la representación francesa en Basilea, es más, Francia volvió a masacrar a la población civil baskona con asesinatos masivos y deportaciones de la población de Iparralde por no querer colaborar con el ejército francés contra sus hermanos del sur, imponiendo Francia a los baskones el servicio militar en su ejército tras la supresión foral. Tras la Paz de Basilea, numerosos mandos gipuzkoanos fueron condenados a muerte por entregar San Sebastián y Gipuzkoa sin lucha, pese a que España había prometido no tomar represalias. Godoy pasará a ser apodado el “Príncipe de la Paz” por su negociación con Francia.
Los franceses tomaron toda España ante la huida o colaboracionismo de gran parte de su clase política y sólo en el territorio de Nabarra la población se lanzó al monte de forma organizada en partidas de milicianos. En Alta Nabarra estaban comandadas las milicias por Espoz y Mina, con 10.000 guerrilleros de los 30.000 que había en toda España. También destacó el guerrillero ronkalés Gregorio Kurutxaga Urzainki, que llegó a tener 13.000 soldados franceses tras su captura pero que no consiguieron darle caza. Gaspar Jauregi Artzai, natural de Urretxu (Gipuzkoa), era coronel a sus 20 años y mandaba sobre 3.000 hombres en Gipuzkoa; Tomás Antxia Longa hacía lo propio en Bizkaia (era natural de Mallabia). Eran los cabecillas de la resistencia vasca, actuaban en forma de guerrilla luchando a veces juntos. Estornés Lasa narra en su libro “Lo que NO nos enseñaron”: “Cuando Espoz y Mina recibió un ejemplar de la Constitución de Cádiz (1812), lo puso en una silla y lo fusiló”. Sin embargo, no parece que ninguno de ellos tratara de expulsar de Nabarra a los dos Estados imperialistas.
El trasfondo de estos hechos es el descontento de los baskones por el centralismo borbónico que entró a gobernar en España en 1700 con el Bourbon francés Philippe V (previa renuncia ante su abuelo Luis XIV a sus posibles aspiraciones a la corona de Nabarra) y el intento de creación de una nueva nación llamada “española” de base únicamente castellana. Philippe V de Anjou: “deseo de reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente todos por la leyes de Castilla” (Novísima Recopilación de España 3.3.1).
La primera Guerra Carlista tuvo lugar entre 1833 y 1839. Aunque empezó como una guerra dinástica, llevaba en su seno la lucha nacional del Pueblo baskón por mantener nuestras instituciones propias basadas en los Fueros o las leyes consuetudinarias del derecho pirenaico.
A principios del siglo XIX, los diferentes territorios en los que se dividió el reino de Nabarra en el sur pirenaico, estaban acomodados a sus Fueros o leyes nabarras aunque fuera bajo un Estado o Imperio ajeno (por lo que no eran soberanos) y funcionaban como pequeños Estados confederados a la corona de las Españas, de ahí el nombre de “estados separados” y después de “provincias exentas” que les dieron los emperadores y reyes de las Españas. La Nabarra peninsular estaba dividida en cuatro instituciones autónomas entre sí encabezadas por las Diputaciones Forales como órganos permanentes de las Juntas Generales o de las Cortes (creadas en los s. XVI-XVII). Sólo Alta Nabarra mantenía el nombre de “reino” con Cortes, pero con un “virrey” según el modelo colonial impuesto desde la corona española, equivalente al “Corregidor” impuesto a la Nabarra Occidental.
No fueron pocos los testigos que refirieron situaciones de conato independentista dentro de las tropas carlistas vascas, algo que no resulta extraño cuando se habían producido pocos años antes procesos similares en las demás colonias españolas de allende de los mares en las que los descendientes de baskones participaron activamente como el propio Simón Bolívar, Mariano Abasolo, Juan de Aldama (así como su tío y hermano), Agustín de Iturbide o José Antonio Etxebarri, y, en algunos casos, llegando desde Europa para ayudar a los americanos a ser de nuevo libres, como Xabier y Mina, los enkartados Miguel de La Torre y Pedro Celestino Negrete, Luciano Elhuyar (hijo de uno de los famosos científicos de la RSBAPV) o Martín Alzaga.
Se ha especulado mucho sobre las intenciones reales de la principal figura del primer carlismo vasco, Tomás Zumalakarregi (Ormaiztegi 1788-Zegama 1835, Gipuzkoa). Algunos de sus coetáneos como Luciano Bonaparte (príncipe francés y vascófilo) y Agusti Xaho (pensador y político zuberotarra), hablan de él como el caudillo de la independencia vasca. Es probable que tal idea no pasara por su cabeza, o al menos no fuera un planteamiento bien formado, y que su lucha fuera por la defensa foral. Su temprana muerte cortó de raíz esta posibilidad.
La idea de la recuperación del reino de Nabarra entre las tropas carlistas vascas lo constataron, por ejemplo, los británicos Wilkinson y Somerville (1837 y 1839), los cuales relatan que Zumalakarregi estuvo a punto de aceptar la corona del país como “Tomás I, rey de Nabarra y Señor de Vizcaya”.
En el libro “Fueros y carlistadas”, Mikel Sorauren, señala que fue el General carlista Maroto quien sembró la desconfianza del pretendiente D. Carlos hacia Zumalakarregi, pues creía que miraba más hacia la independencia (autobiografía “Vindicación del General Maroto” de 1846). En esas memorias, el general carlista Maroto -jefe del ejército carlista tras la muerte de Zumalakarregi-, relata que en junio de 1839 la oficialidad del carlismo gipuzkoano le ofreció finalizar la contienda y proclamarse presidente de una república vasca de cuatro provincias, pero que no aceptó. El zuberotarra Agosti Xaho en su libro "Viaje por Navarra durante la sublevación de los vascos" de 1835, relata la situación política con frases tan contundentes como: “La independencia de la Federación Vasca se proclamará sin combate”
La traición del murciano Maroto se consumó en el “Abrazo de Vergara” con entrega de las tropas al General liberal Espartero que puso fin a la contienda. La cuestión más importante de la Primera Guerra Carlista, es que cualquier iniciativa de Zumalakarregi para proclamarse rey de Nabarra hubiese sido imparable. El Pueblo había tomado militarmente nuestro país, donde era soberano como lo había bajo el reino de baskón de Nabarra , sólo un ejército superior en poder armamentístico así como una clase dirigente ajena a la voluntad mayoritaria del país, pudo poner freno a su poder libertador.
“Y quien se adueñe de una ciudad acostumbrada a ser libre y no la destruya, que se espere ser destruido por ella, porque el nombre de la libertad y de las antiguas instituciones siempre encuentra refugio en la rebelión, y ni el tiempo transcurrido ni los beneficios obtenidos pueden hacer que sean olvidadas”. Nicolas Maquiavelo, “El príncipe” (s. XVI).
A pesar de que la opción carlista para la defensa foral fue la mayoritaria entre el Pueblo nabarro, hubo una minoría que llevaron esa defensa desde el lado llamado “liberal”. En plena primera Guerra Carlista varios militares liberales se sublevaron junto a su tropa por los Fueros y la independencia del reino de Nabarra. Es decir, no sólo los nabarros implicados en el bando carlista o del pretendiente Don Carlos lucharon por sus Fueros e incluso por la independencia, también una parte de la minoría de nabarros que se manifestaron a favor del modelo liberal y de la princesa Doña Isabel, pidieron el respeto a los Fueros, yendo algunos incluso mucho más allá.
Empezó la sublevación el 26 y 27 de agosto de 1837, cuando estalló una sedición en la fortificación de Zizur Menor comandada por el coronel León de Iriarte, ex guerrillero con Espoz y Mina, y por Pablo Barricart, los cuales comandaban los batallones francos de Alta Nabarra que peleaban contra los carlistas. De León Iriarte dejó escrito Espoz y Mina en sus memorias: "de figura endeble pero hombre de singular sangre fría; por sus brillantes hazañas llegó desde soldado raso hasta capitán de caballería en aquella guerra" (después llegó a coronel).
“(…) considerando asimismo por las declaraciones testificales que se comprometió bajo su firma a seguir y llevar a efecto la conspiración que tenía por objeto la independencia de Navarra, cuyo documento confesó el mismo Iriarte haber firmado (…). Condena a la propia pena al comandante del Segundo Batallón de Tiradores Don Pablo Barricart, por resultar justificado: que se mantuvo al frente de su batallón cuando se pronunció la insurrección, y que en vez de contenerla, continuó a su cabeza y vino a Pamplona (…)”.
Es el parte de la sentencia del Consejo de Guerra celebrado en Pamplona en 1837 contra el coronel León Iriarte, el comandante Pablo Barricart y el resto de las tropas sublevadas por proclamar la independencia de Nabarra. También fueron fusilados 4 de los 8 sargentos condenados -pues los otros 4 sargentos amotinados habían logrado huir- y que fueron los que empezaron la rebelión.
El abogado e historiador ronkalés Tomás Urzainqui concluye que en esta rebelión “los batallones liberales navarros liderados por León Iriarte, Pablo Barricart y otros muchos oficiales, se sublevan y se hacen con la ciudad, proclaman la independencia de Navarra y apoyan una trama civil".
5. LA SEGUNDA GUERRA CARLISTA, EL ESTADO FEDERAL DE CARLOS IV DE NABARRA
“También es verdad que cuando se conquista por segunda vez un país que se había revelado anteriormente es más difícil volverlo a perder, porque el señor, después de la rebelión, no tiene tantos reparos en asegurar su posición castigando a quienes le son hostiles, individuando a los sospechosos, y reforzando sus puntos débiles (….) Nicolás Maquiavelo “El Príncipe” (s. XVI).
Un segundo alzamiento carlista hizo que en Nabarra entre 1873 a 1876 se creara un pleno "Estado Federal Vasco Carlista” con las “cuatro provincias” (reducidas a esa condición tras perder la Primera Guerra Carlista), con todas las atribuciones de un Estado: moneda, sellos, tribunal de justicia o deuda pública propia, con un centro de comunicaciones en Baiona -tras el consentimiento del gobierno francés- y, finalmente y lo más importante, con un ejército de 24.000 soldados que lo defendían.
Con la formación de un Estado nabarro pleno, un nuevo Bourbon reinaba sobre los baskones del sur con su consentimiento desde que lo hiciera Enrique III de Nabarra, “el bearnés” o el “nabarro”, se trataba de Carlos IV de Nabarra (sería quinto si contamos al príncipe de Biana, pero que nunca reinó), el cual buscaba mediante el reino de Nabarra, el reconocimiento internacional a su corona que nunca se produjo. Fue una pequeña brisa de libertad después de varios siglos desde que se perdió el Estado soberano de Nabarra.
“Al ser necesaria una constante movilidad del rey, siempre al frente de su ejército, los órganos de Gobierno habían de acompañar a la trashumante Corte, pese a tener, esos mismos órganos, su sede oficial en algún lugar concreto, que normalmente sería Vergara, excepto la Secretaría de Guerra, con residencia en Zumárraga, y el Tribunal Supremo de Justicia, en Oñate -mientras que en la guerra de 1833 lo había sido Estella-. Solo esta población, y por escaso tiempo, pudo considerarse como capital de Carlos; el Pueblo la ha mitificado, y desde entonces es como el “arca santa” del carlismo, gracias a la aureola legendaria que le dejó Carlos, pese a que nunca fue, ni mucho menos, unánimemente leal a la causa.
La concepción carlista (vasca) del Estado no admitía el sistema liberal de Ministerios: el rey reinaba y gobernaba de acuerdo con las sugerencias de otros órganos democráticos, como las Juntas del Señorío o las Diputaciones Autónomas, y sólo se veía auxiliado por secretarías de las distintas ramas de la Administración (según establece el derecho pirenaico o Fueros). De ahí que, no obstante disfrutar en la práctica de las mismas prerrogativas que los Ministerios, Carlos contase con secretarías, generalmente desempeñadas por personas más entusiastas que entendidas, pero que, a pesar de ello, lograrían desarrollar una actividad asombrosa con resultados muy efectivos. El Gobierno carlista -ya lo hemos indicado- sólo era un coordinador. La Administración, de hecho, la desempeñaba en cada territorio la Diputación respectiva (al modo de un Estado federal), que se hallaba en relación directa con el rey tras haber éste jurado los Fueros, o hacer promesa de respetar sus libertades” web de Euskalherriko Karlista Alderdia (EKA, Eudo).
Fue prácticamente el fin de los Fueros o legislación del Estado de Nabarra basado en el Derecho Pirenaico y en el Pueblo baskón, infinitamente más democrático para nuestro Pueblo que todo lo que ha venido después (aún quedan los Batzarres o Concejos en Alaba o Alta Nabarra para demostrarlo ). La supresión foral supuso el comienzo del servicio militar en el ejército español, la pérdida total de casi toda la autonomía económica o legislativa hasta el presente (la autonomía actual del estatuto en temas fiscales o legislativos no es comparable a la que el Pueblo se había dotado en época foral), lo que empobreció el país, pero que no impidió un último alzamiento más en armas.
La idiosincrasia del Pueblo baskón se basaba en nuestro idioma nacional, nuestra cultura, la religión católica y sobre todo en nuestras instituciones autónomas, todo lo cual se percibían como uno solo por el Pueblo, por lo que la pérdida de los Fueros y de las instituciones que de él emanaban, se vivió como un trauma social al mismo nivel que la pérdida de la soberanía durante las invasión castellano-españolas y aquitano-francesas, lo que dio paso al nacionalismo vasco. Sin el paraguas foral, la represión contra el idioma nacional (en las escuelas, administración-gobierno o Iglesia) y cultura baskona, fue aún mayor que en épocas anteriores.
Esta rebelión popular se llamará “Gamazada”, en la misma participaron los hermanos Arana, Luis y Sabino, con una bandera predecesora de la “ikurriña”. Sabino en su primera revista llamada “Bizkaitarra” publicó entonces el artículo llamado literalmente: “¡Viva Nabarra!” (sic), lo que hizo que su visión “bizkaitarra” se volviera nacional con una confederación de Estados vascos llamada “Euzkadi”, para ello creará un partido político de nombre Partido Nacionalista Vasco (PNV), que sin embargo aceptará la (i)legalidad de las instituciones españolas militarmente impuestas contra el deseo casi unánime del Pueblo baskón.
La lucha del Pueblo baskón por los Fueros abarca varios siglos desde la conquista, tanto en la parte invadida por Francia como en la parte invadida por España, y no acaba en las dos Guerras Carlistas, pues parte de los residuos carlistas o requetés fueron engañados para tomar parte en la insurrección y golpe de Estado de 1936 junto a los fascistas españoles, otra vez por la restitución foral.
Carlos Hugo de Borbón y Parma pretendiente carlista y dirigente del movimiento en los años 70, lo explica así: "Cuando mi padre, Don Javier Borbón y Parma, negoció con el general Emilio Mola la participación de los requetés en el alzamiento de julio de 1936 (Javier presidió la junta suprema militar golpista), se acordó que, cuando este triunfase, se abordaría la forma de gobierno con una votación popular. Pero las cosas fueron de otro modo. Franco, apoyado por alemanes y británicos -lo que no se suele comentar-, se hizo con el poder y en abril de 1937, forzó la unificación de la Falange y el carlismo. Mi padre se negó a que este se integrara en una organización totalitaria y se dio así la paradoja de ser los carlistas unos vencidos en el campo del vencedor (…)”.
El nacionalismo vasco apoyó sin embargo al bando republicano español, pese a las reticencias de los independentistas encabezados por Elias Gallastegi “Gudari” de participar en una contienda española y no apostar por la independencia del país en aquella coyuntura favorable.
Sabino Arana Goiri: “Es pues, inexacto decir que el gobierno español ha abolido, suprimido, derogado etc. los Fueros vascos: lo que es exacto y preciso, en términos histórico-jurídicos, es que España ha conquistado y sometido al Pueblo vasco”.
“Cuando los Estados que se conquistan, como hemos dicho, están acostumbrados a vivir en libertad y a tener sus propias leyes, hay tres formas de conservarlos: la primera es destruirlos, la segunda ir a vivir allí personalmente y la tercera dejar que sigan viviendo con sus leyes cobrándoles un tributo y creando en su interior gobiernos oligárquicos que los mantengan fieles a ti. Porque dichos gobiernos saben que, al haber sido creados por el príncipe, no pueden subsistir sin su poder y su amistad (…)” Nicolás Maquiavelo en “El príncipe” (s. XVI).
A partir de verano de 1939 el Gobierno de Euzkadi tuvo una definición exclusivamente nacional y cortó sus lazos con los partidos de ámbito español. Estaba para entonces el Gobierno en el exilio de París tras perder la guerra y desechas las milicias vascas de “gudaris” compuestas por obreros del metal, peluqueros, agricultores, alumnos, profesores etc. El fascismo español contó en nuestras tierras con su ejército colonial con la guardia mora y los requetés, además del ejército fascista italiano y del nazi alemán, el cual bombardeó la población civil de Gernika como ensayo al Tercer Reich.
Según las memorias del Lehendakari José Antonio Agirre que presidió aquel Gobierno, de los 100.000 gudaris sólo sobrevivieron 30.000, sin contar con la numerosa población civil asesinada, con ciudades bombardeadas y toda la población que no logró huir represaliada hasta límites nunca vistos hasta entonces -incluso tras la Revolución Francesa o las Guerras Carlistas-.
Federico Krutwig en “Vasconia” (1967): “El interés primordial del colonizador consiste en querer devorarse el Pueblo colonizado, en palabras más populares, quiere “tragárselo”, para incorporárselo como nutrición propia a su cuerpo”.
Así es como desde Londres en al año 1940 y en plena Segunda Guerra Mundial (1939-45), el Consejo Nacional Vasco presidido por el propio Manuel Irujo en nombre del Gobierno vasco, redactó un anteproyecto de Constitución para la independencia del Pueblo vasco que abarcaba todo el territorio de Baskonia o reino de Nabarra, pero que no logró el apoyo internacional requerido.
No era nuevo en Irujo, pues tal y como señala en el libro mencionado: “Naparroa es la forma histórica de los vascos (…) Estos encuentran en la monarquía pirenaica las instituciones históricas, las gestas gloriosas, los blasones de triunfos pretéritos. Euskadi es por el contrario, el producto de la concepción filosófica, del acto de voluntad de los vascos de constituir su nación, sobre las bases de su Pueblo, lengua, instituciones y su peculiar genio civil. (…) Misión nuestra, de los republicanos, de los nacionalistas vascos, de los demócratas es la de resolver el problema, incorporando a la unidad de Euskadi el nombre histórico y prestigioso de Naparroa” (Baiona, enero de 1938).
Art. 3º: Respectar y defender una vez restablecidas la normalidad democrática los deseos del Pueblo Vasco libremente expresados.
José Antonio Agirre, en pleno exilio, siendo profesor de la Universidad de Columbia de New York para lograr la residencia americana (Agirre era licenciado en derecho por la universidad de Deusto), recibió en el año 1942 el encargo de escribir la historia de los vascos. Así, para el Aberri Eguna de 1946, en la alocución habitual a la nación para la conmemoración de esa fecha, Agirre habló sobre las libertades vascas que nacieron en el Pirineo con el primer rey baskón Eneko Aritza hasta Sancho “el Fuerte”, en contra de la tesis “neo-confederalista” de Estados separados del fundador del nacionalismo vasco Sabino Arana.
Sabino en 1892 contando con 27 años, vio publicados sus textos históricos en el libro “Bizcaya por su independencia. Cuatro glorias patrias” del que vendió 2.000 ejemplares y donde narraba las batallas de Arrigorriaga (888), Gordexola (1355), Otxandio (1355) y Munguía (1470), en la cuales, supuestamente, los bizkaínos se habían alzado por su independencia frente al imperialismo asturiano y castellano, independencia que no habrían perdido hasta las Guerras Carlistas, pues consideraba que era una mera coincidencia de títulos en una misma persona que el Señor de Bizkaia fuese a la vez rey de Castilla desde 1378.
Sabino Arana escribió en los estatutos del primer Euskeldun Batzokija que históricamente los vascos constituíamos diferentes Estados, lo escribe así en el Capítulo 2 art. 31: “El Nacionalismo aspira, como es sabido, a la independencia absoluta del Pueblo Vasko, restaurándose éste conforme a lo esencial de su Tradición Religioso-Política, y constituyendo a la parte de acá del Pirineo y el Bidasoa la Confederación de todos los antiguos Estados de la raza. Sabido es que éstos son seis: Laburdi y Zuberoa, al norte del Bidasoa y el Pirineo; Bizkaya, Gipuzkoa y Araba al Sur; Nabarra a un lado y otro de dicha línea”. En el Capítulo 4 artículo 71 del estatuto del Euskeldun Batzokija matiza que: “En este sentido concreto, raza es lo mismo que nación, gente o Pueblo”.
El político y medievalista bizkaíno Anacleto Ortueta (1934, cofundador de Acción Nacionalista Vasca –ANV-), ya se dio cuenta de este hecho de trascendental relevancia: “La falsedad histórica de los supuestos Estados vascos, está teniendo una nefasta influencia en Euskal Herria, convirtiéndose en la práctica en el principal obstáculo que ha encontrado en su camino la liberación nacional”.
La profundización en la historia vasca le llevó a escribir a Jose Antonio Agirre una reveladora carta donde daba un vuelco a lo hasta entonces mantenido por el nacionalismo vasco en cuestión histórica y reconocía el acierto de Ortueta y Manuel Irujo: “(…) juzgo el reinado de Sancho el Mayor (años 1005-1035), sostengo que su genio indígena no solo sintió la unidad nacional sino que supo realizar una Confederación de Estados nacionalmente homogénea. (…) La tesis confederal que Arana Goiri instituyó como norma política actual tiene conmoción histórica porque en esencia se refiere a la unidad nacional y de él es el mérito de haberla definido y sobre todo programado (…). Arana Goiri no estudió detenidamente los designios de la Monarquía pirenaica, ni pudo estudiar la Baja Edad Media vasca, entre otras razones por falta de tiempo (murió a los 38 años) y porque no conoció los textos necesarios”. Es decir, aunque la visión histórica del primer nacionalismo es manifiestamente errónea, sin embargo, la esencia de un Estado Confederal Basco(n), está tanto en el nacionalismo vasco como en la configuración histórica del reino baskón de Nabarra".
Por tanto, en los primeros años del exilio, el Gobierno Vasco recondujo la visión histórica y territorial del país, y sobre todo, no renunció al estatus político internacional conseguido por el Pueblo durante la guerra contra el fascismo español. El ex secretario de ELA Kepa Anabitarte y ex Director de Irizar (MCC), el cual compartió exilio con el Lehendakari Agirre en París donde fue becado por el Gobierno Vasco, vivió la concienciación de Agirre de que él era el presidente de un Estado Vasco y no de una supuesta República Española :
Los movimientos de liberación nacional surgidos durante la represión de los fascistas españoles y sobre todo tras la muerte de su caudillo (1975), tampoco fueron encauzados dentro de una estrategia conjunta de todo nuestro Pueblo para lograr la liberación nacional que se mantuvo hasta el Pacto de Baiona de 1945.
Por tanto, el Pacto de Munich dilapidó el Gobierno Vasco como gobierno creado por el Pueblo vasco durante la guerra y lo regaló a un futuro Gobierno Español democrático, dejando, teóricamente, en manos de los españoles nuestro futuro (la realidad es que el Pueblo español nunca ha tenido poder real alguno como correspondería a un modelo democrático). Pero, el régimen fascista jamás abandonó el poder, dejó todo “atado y bien atado” y la democracia jamás llegó, viviendo en la actualidad un nuevo modelo totalitario controlado por unas pocas familias o segundo franquismo, con un jefe de Estado y su familia elegidos de forma vitalicia por el propio dictador, sin división del poder, sin el reconocimiento del Pueblo vasco o catalán como sujeto de derechos (más que sobre el papel, pero sin aplicación práctica como se ha demostrado) y con un ejército imperialista en nuestra tierras garante de todo ello como durante el régimen fascista (al que se llamó oficialmente “democracia orgánica”).
Orreaga Taldearean dokumentala. Hona hemen han gertatutakoaren azalpena labur bilduta: https://www.orreagataldea.com/2014/06/23/euskadi-fue-un-estado-independiente/ |
Kepa Anabitarte, una de las tres personas que acudió al “Pacto de Munich” y que no fue detenida por pasar las fronteras con el pasaporte de otra persona, manifestaba en el 50 aniversario de dicho “contubernio” en la radio libre Hala Bedi Irratia en el programa Hordago Nabarra:
“El Pacto de Munich supuso la consolidación, una vez más a lo largo de la historia ya de siglos, de la incapacidad política que todavía arrastramos en este país para construir una estrategia adecuada a las posibilidades que su propia base social ofrece. Puso de manifiesto la falta de una clase política moderna, adaptada a las circunstancias, capaz de valorar todas las condiciones que se pueden dar para avanzar positivamente y en términos democráticos hacia las aspiraciones que este país tiene.
El Pacto de Munich tuvo también otras consecuencias directas; por ejemplo, el punto de partida para la liquidación del Gobierno Vasco, el no reconocimiento de las realidades nacionales que habían emergido durante la guerra…”.
CONCLUSIONES
Mientras resistimos existimos, si existimos es porque resistimos.
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “La actual situación del Pueblo vasco en los territorios ocupados es el resultado de un largo proceso histórico de resistencia al imperialismo a través de sucesivas constelaciones estratégicas, y de su reducción paulatina. El régimen resultante tiene por origen y fundamento la destrucción, contra la libertad y el derecho internacional temporal e intemporal, de la independencia del Reino de Nabarra y de sus residuos forales, la negación teórica y práctica de la libertad y de los derechos inherentes y fundamentales de autodeterminación y legítima defensa de todos los pueblos”.
En la lucha de la Cortes de Nabarra desde Donapaleu y de los Estados del Bearn desde Pau por su soberanía (1620-1789), en la declaración unilateral de independencia de Gipuzkoa de 1794, en la Primera Guerra Carlista o en el Alzamiento de León Iriarte y Pablo Barricart dentro de la lucha foral del siglo XIX, se observa la falta de unidad nacional y de una estrategia conjunta que nos diera una opción real de expulsar al imperialismo de nuestra madre tierra. Los Gobiernos que espontáneamente nacieron en la Segunda Guerra Carlista y tras el alzamiento del fascismo español en 1936, está claro que no fueron suficientes pues carecieron de continuidad en el tiempo y, sobre todo, no partían de una estrategia nacional, sino que fueron más bien consecuencia de la violencia extrema ejercida desde el imperialismo sobre nuestro Pueblo, el cual reaccionó en la medida que pudo y supo.
De todos estos episodios podemos aprender lo que no debemos de repetir de nuevo llegado el momento: aceptar la (i)legalidad imperialista como base para lograr nada, pues ésta es sólo fruto de la violencia ejercida contra nuestro Pueblo; y también lo que debemos de hacer: proclamar unilateralmente nuestra libertad basándonos en la declaración del 22 de julio del 2010 de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la Haya, máxima instancia judicial de las Naciones Unidas y que se resume en: “No hay norma en el Derecho Internacional que prohíba la declaración de independencia". El juez presidente Owada recordó que "a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, muchos Estados proclamaron su independencia sin que, en ningún caso, se pueda entender que contravinieran el Derecho Internacional".
En los últimos dos siglos se han autodeterminado por su independencia en Europa los Pueblos de los Estados actuales de: Bélgica (1830), Grecia (1832), Italia (1861), Alemania (1871), Bulgaria (1885), Noruega (1905), Finlandia (1917), Polonia (1917), Hungría (1920), Irlanda (1922) e Islandia (1944), además de los 17 Estados europeos nacidos a finales del siglo XX tras la caída del “telón de acero”: Lituania (1991), Letonia (1991), Estonia (1991), Chequia (1992), Eslovaquia (1992, creada artificialmente en 1918 como Checoslovaquia), Eslovenia (1991), Croacia (1991), Bosnia (1991), Serbia (reconocida como tal en 2008, Yugoslavia nació tras la Primera Guerra Mundial en 1920), Georgia, Uzbekistán, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia etc. La mayoría nunca fueron independientes antes o en períodos muy breves. En lo que va de siglo han nacido otros dos Estados europeos: Montenegro (2006) y Kosovo (2008). Si miramos al mundo, durante el siglo XX se cuadruplicó el número de Estados hasta llegar a los casi 200 actuales.
La Convención de Montevideo sobre Derechos y Deberes de los Estados aprobada el 26-12-1933, establece que la existencia política de un Estado es independiente de su reconocimiento por los demás Estados, lo cual fue ratificado por el dictamen del Comité Badinter de arbitraje creado el 27-9-1991 por la Comunidad Económica Europea –hoy llamada Unión Europea (UE)-, para dar respuesta jurídica a las cuestiones legales suscitadas por la fractura de la República Federal Socialista de Yugoslavia . Nabarra es reconocida internacionalmente desde el siglo IX hasta 1620 como Estado independiente y como Estado hasta 1841. El Estado baskón de Nabarra existe mientras no renunciemos o claudiquemos los nabarros y es un sujeto político que tiene unos derechos. Pero no nos engañamos, en política, sólo se tiene “derecho” a lo que uno mismo consigue de hecho y no sobre el papel.
Los baskones o nabarros debemos de decidir nuestro camino hacia la libertad por nuestra cuenta, como han hecho todos estos nuevos Estados europeos (o las colonias de los Estados imperialistas), entre los cuales, ninguno ha convocado un referéndum, salvo dentro de una estrategia para ratificar su independencia ya lograda. La ONU, a través del Tribunal de la Haya, nos dice que no tenemos que esperar a los Tribunales de (in)justicia imperialistas para que nos den el visto bueno para audeterminarnos por nuestra libertad (lo cual no harán nunca), pues ésta es inherente a cualquier Pueblo y condición primera, inalienable y previa a todo lo demás, como el derecho a la vida y a la legítima defensa es inherente a cualquier persona. Sin libertad no puede haber democracia ni derecho alguno de ningún tipo pues nace de una imposición violenta-armada, se ejerza o no esa violencia armada (harto frecuente) o se encauce a una simple amenaza para-judicial contra una población civil desarmada.
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “A través de ocho siglos de desmembración y ocupación, con todas sus condiciones y consecuencias, el nacionalismo imperialista ha determinado, asimilado, separado, expulsado, exterminado, habitantes, ciudadanos, territorios, impuesto fronteras, normas políticas y morales fundamentales, ha causado destrozos inmensos e irreparables a la entidad y la identidad nacionales y ha llevado al Pueblo vasco a su situación actual. (…) Por mucho que se cambie de nombre a los hechos para hacer creer que son otra cosa, las instituciones del imperialismo chorrean la sangre de innumerables víctimas, testimonio permanente de los monstruosos crímenes que las han construido, crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad”.
Hoy más que nunca debemos de tener claro lo que es la política: “Cualquier grupo social (Pueblo) con un acervo de fuerza suficiente para alterar el complicado y siempre tenso equilibrio –recuérdese la imagen heracliana de la flecha y el arco- puede considerarse un potencial agente político. Lo primero que ahora necesita para convertirse en tal es cobrar conciencia de su propia especificidad objetiva y traducirla políticamente. Ello significa perfilar conscientemente su identidad en el plano ideológico, delimitar políticamente sus objetivos, esbozar con detalle suficiente las condiciones generales que posibilitan el mantenimiento y/o el desarrollo sin obstáculos de su lugar y su función en la historia” (Joseba Ariznabarreta).
El Pueblo es la unidad básica o sujeto político con fuerza suficiente para alterar las fuerzas políticas que se ejercen contra él. Nunca un reducido grupo del Pueblo, por muy bien armado que esté, ha cambiado la situación de dominación que padece y nunca un Pueblo será equivalente a una “demos” o comunidad creada artificialmente por el imperialismo como lo son las Comunidades Autónomas españolas o los Departamentos franceses, prefabricados para la asimilación de los territorios conquistados y de sus gentes; menos si se trata de cambiar la situación de dominación desde el marco impuesto por el mismo imperialismo para el control cuasi absoluto del Pueblo y de su poder.
El poder es el constitutivo esencial del Pueblo. El poder es lo que confiere realidad a dicho Pueblo. El poder es indivisible, sólo en un plano conceptual podemos dividirlo. Así, no tenemos en este momento en grado suficiente dos de los tres poderes sociales: ni el poder político ni el económico, pero sí podemos llegar a tener el tercero: el poder ideológico. Todos estos poderes van unidos como hemos dicho, y al aumentar uno de ellos aumentamos los demás: más gente con una ideología encaminada a liberar nuestro Estado nos dará más recursos económicos y más poder político o de coerción que es nuestro objetivo hasta conseguir mover a todo el Pueblo.
El poder político y el económico son medibles: el armamento disponible y el PIB, por ejemplo. El poder ideológico sin embargo no es medible, por eso nadie se ve inferior a otro en este plano del poder. Para una persona normal es imposible aceptar que haya culturas superiores a la suya, ni idiomas más “modernos”, Pueblos con una historia más interesante o simplemente Pueblos mejores que el suyo (al igual que nadie cambiaría de padres). Pero un Pueblo controlado militarmente por otro tiene dificultades y trampas para desarrollarse en el plano ideológico, esa es nuestra realidad.
Esta ideología que necesitamos ya está en marcha y tiene varias “ideas fuerza” que van echado raíces en nuestro Pueblo, en base a las cuales debemos unirnos: somos un Pueblo con nuestro Estado invadido y debemos de recuperarlo para recuperar nuestro destino y para poder ser libres: “Pro libertate Patria, gens libera state”, que podemos traducir como: “Aberri askea, herritar askeentzat”.
Este siglo XXI ha de ser a la fuerza de nuevo el siglo del Estado baskón de Nabarra, nos toca a los nabarros repetir la hazaña como en las dos batallas de Orreaga-Roncesvalles contra el imperialismo franco que nos llevaron a crear nuestro Estado. El Estado baskón de Nabarra es nuestra historia pero sobre todo es nuestra realidad: nuestro Estado invadido por españoles y franceses y nuestro Pueblo o nación en un proceso avanzado de colonialismo o de asimilación. Renunciar a nuestro Estado de Nabarra es perder una posición ganada y eso en política se paga muy caro.
Telésforo Monzón decía: «Resulta ridículo e indignante oír hablar de que Nafarroa... ya vendrá, ya se incorporará, ya se sumará a las instituciones vascongadas. Nafarroa no tiene por qué venir a ninguna parte, ni incorporarse a nada, ni sumarse a nadie. A Nafarroa le corresponde estar y ser (Egon eta Izan). Nafarroa es Nafarroa. Nafarroa comienza en las playas del Cantábrico, que es el mar de Nafarroa. Nuestra lengua es la Lingua Navarrorum. El arrano beltza da sombra a todos los vascos de la tierra. Iruña es la capital de Euskal Herria entera. Una sola consigna suprema, un solo grito por encima de todos los otros: Gora Nafarroa Batua!».
Pero la fuerza ideológica sólo tiene sentido si está estratégicamente dirigida y se convierte así en poder ideológico, en caso contrario será fácilmente recuperable por el imperialismo, integrándolo en su sistema totalitario de partidos que no deciden nada y de escuelas que educan a nuestros hijos como si fueran de otra nación distinta a la nuestra, la nación que el imperialismo intenta construir: por eso “Saber es Poder” (Francis Bacon).
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “El contenido propio del imperialismo se manifiesta en toda la extensión de las relaciones sociales. (…) Genocidio o destrucción racial, lingüística y cultural, exterminio, expulsión, deportación, colonización, plantación, sustitución, inmersión, asimilación de poblaciones, destinados a completar la solución final por la liquidación del pueblo subyugado. Modificación de la base demográfica prefabricando de paso las clientelas y “mayorías electorales” del presente y el futuro”.
La victoria no es de los que esperan sino de los que se preparan, debemos de preparar a nuestro Pueblo para poder tener una nueva oportunidad de conseguir liberar nuestro Estado llegado el momento. Hoy por hoy, sólo una ideología libertaria estatalista basada en un modelo propio como el que defendieron nuestros antepasados mientras pudieron (derecho pirenaico) y con todo lo que tuvieron en sus manos, un modelo de sociedad fuertemente cohesionado e implantado en nuestro Pueblo, nos puede llevar a acumular las fuerzas necesarias que nos den un poder real y la oportunidad real para liberar nuestro Estado: reforzar esas ideas deben de ser nuestra estrategia a corto y medio plazo. De este movimiento por la recuperación del Estado nabarro, surgirá gente preparada que continuará la labor marcando los tiempos dentro de la estrategia y concretando las tácticas de cada momento hacia la ansiada libertad. Sólo la acumulación de fuerzas nabarras estratégicamente dirigidas y nuestra incorruptible voluntad nos devolverán la libertad. Nabarra resiste, luego existe.