OLENTZERO ETA ZORIONAK
Aitzol Altuna Enzunza
La Navidad cristiana proviene de la “saturnalia” de los romanos, las cuales duraban 7 días en continuo festejo e incluían un banquete público, seguido por el intercambio de regalos en un ambiente de carnaval. Fue el propio Julio César el que instauró el “Natalis Solis Invicti” o Nacimiento del Sol invicto, asociado al nacimiento del dios Apolo el 25 de diciembre (con la adaptación al calendario Gregoriano, sería el 21 de diciembre actual).
Cristo representado como Sol Invicto Girona s.XI |
El historiador Sexto Julio Africano que nació en Jerusalén en el año 160, adaptó en su libro “Chronographia” el nacimiento de Jesucristo a esta festividad romana, la cual ya es oficial entre los cristianos al menos desde el Concilio de Nicea del año 325, cuando Constantino I “El Grande” convirtió el cristianismo en la religión oficial de todo el Imperio Romano.
Adoración de los Reyes Magos en el Códice de Roda o Meyá (Catedral de Roda en Isabena, Ribagorza en Aragón), dentro del reino nabarro de Pamplona-Iruñea, del año 990. El primer documento donde se registra la celebración del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, es un martirologio cristiano fechado en el año 336, poco después de la tolerancia religiosa decretada en el Imperio romano primero por Galerio y después por Constantino I. No se empezó a representar al rey Baltasar como negro hasta el siglo XVI, cuando Europa empezó una política de colonización del mundo
En la parte Oriental del Imperio, con Constantinopla como capital, se celebraba el nacimiento de Cristo el 6 de enero, pero gracias, sobre todo a la influencia de San Juan Crisóstomo, el padre de la Iglesia de Oriente y patriarca de Alejandría, se consiguió que adoptasen también el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo a fínales del siglo IV, quedando el 6 de enero como el día de “Los Reyes Magos” en todo el Imperio.
A comienzos del s. XI, el abad de la Oliba (Catalunya), pese a ser amigo personal de Sancho III el Mayor (su mecenas), hablaba sin embargo contra los baskones, de los que dice: “pues, además, se sabe que están entregados a tres crímenes pésimos: uniones incestuosas, embriaguez y augurios”. Se ve que celebrábamos unas buenas Navidades al modo romano.
En Nabarra, la Navidad tiene un personaje central, cuya leyenda está recogida por el etnólogo José Miguel de Baradiaran y cuyo origen parece estar en la zona de Lesaka (comarca de Bortziriak).
La leyenda dice, más o menos así: los brujos paganos o “jentilak”, estaban realizando los ritos del solsticio de invierno en el monte sagrado de Aralar, cuando una luz intensa apareció en el horizonte por el Oriente, ninguno sabía interpretarla y acudieron al más viejo de ellos que esperaba en su cabaña. El anciano, casi ciego, les dijo que le llevaran fuera, y al sentir la luz, les pidió a los más jóvenes que le echaran por el barranco de las peñas de Aralar y les pidió que ellos hiciesen lo mismo, pues había nacido Kixmi (Cristo, "mono" literalmente) y la época de los gentiles ya había acabado.
Todos lo hicieron así, menos uno que bajó al pueblo a narrar lo que el viejo mago había predicho, era Olentzaro. Al principio, se trataba de un personaje aterrador, pero con el paso del tiempo, su figura se fue dulcificando. El personaje se fue caracterizando como un carbonero, borrachín, gran comilón, con su ropa de aldeano y su txapela o boina, propio de los excesos que se cometen por esas fechas de Navidad.
“En el mundo simbólico vasco el carbón representaba a la propia casa. Como signo de propiedad, debajo de los mojones que limitaban las heredades del caserío solía enterarse un cascote de teja y un pedazo de carbón quemado en el llar doméstico. Alguna relación ha de guardar esta simbología con el Olentzaro, que toma su nombre del tronco que se quemaba en Nochebuena” (Antxon Agirre Sorondo, Revista Euskal Herria agosto-septiembre del 2004).
Este tronco de Navidad y esta costumbre está extendida por toda Euskal Herria, desde Bizkaia hasta Zuberoa y desde al menos la Valdorba hasta Baiona, recibiendo nombres como: Txubilar, Txubil, Supil, Tupil, Subilaro-egur, Suklaro-egur, Sukubela, Suhilaro, Xubilaro, Sunbilero, Subilaro, Gabonzuzi, Gabon-subil, Gabon mukur, Olentzero-enbor, Onontzoro-mokor, Porrondoko, etc. Se seguían ritos como el que decía sobre las cenizas: "Jainkoak duela parte, aingeruek beste hainbeste eta gaiztoak ez batere" (Que el Señor tenga su parte, los ángeles otro tanto, y los malos nada).
La misma Navidad recibe en euskera el nombre de “Xunbil-aro”. Este ritual tiene su extensión por todo el Pirineo y cordillera cantábrica e incluso en las llanuras de Gascuña y occitanas de la antigua Baskonia.
El etnólogo de Uxue Mikel Burgi, nos habla sobre el significado de las cenizas de estos troncos siguiendo a Joxé Miguel de Barandiaran: “A este tronco se le atribuían poderes milagrosos: En muchos pueblos guardaban el tizón final como una reliquia o talismán, utilizándolo el día de San Antón en junio para bendecir los animales o para conjurar tormentas durante el verano. Sus cenizas llegaron a ser recogidas para curar determinadas enfermedades del ganado o librar los campos de plagas. En amplias zonas de la Montaña y la Navarra Media cada miembro de la familia ponía sobre el tronco una astilla para calentar al Niño, recordando con todas ellas a los familiares vivos ausentes y a los difuntos”.
El etnólogo español J. Caro Baroja, sobre este personaje navideño escribía (1980): - Olentzaro era “un gigante que se cree que baja a los hogares en nochebuena, a las doce en punto, para calentarse con el tronco que arde en el hogar aquél día. Dicen que tiene los ojos sanguinolentos, rojos y tantos como días tiene el año más uno. Es carbonero de profesión, lleva la cara tiznada y una hoz en la mano. A veces se le representa por un maniquí de paja que luego es quemado, y se la atribuye un carácter medio terrorífico, medio grotesco”.
El Olentzero de Larraun, Berastegi o Elduaien era un personaje malo y tenía también 366 ojos, si no se ayunaba el día anterior a Nochebuena, les cortaba el pescuezo a los críos cuando se dormían, y se intentaba que no entrara a los caseríos.
“Oles” son una serie de cantos en Francia sobre la anunciación a María, considerada “madre de Dios” en el Concilio del 431 (María de la "O"). Decía Julio Caro Baroja, que Olentzero venía de la celebración que
desde el X concilio de Toledo del año 656 se hace sobre el embarazo de la
Virgen a partir del día 18 de diciembre, 8 días antes del nacimiento en honor a
la “santísima Madre”. En la celebración se cantaban las llamadas “Antífonas Mayores
de Adviento”, que son 7 y que todas comienzan con la letra “O” como forma de la
redondez del embarazo, por lo que la advocación de “María Expectante” tomó el
nombre de “Virgen de la O” que en
francés es “les O de Noël”, simplificado como “Les Oleries”, la “época de la O”
de donde vendría Olentzero.
Sin embargo, el Elhuyar Hiztegi Entziklopedikoa nos dice que, por las variantes encontradas del nombre que son: “Olentzero”, “Onentzaro”, “Onontzaro” y “Orentzaro”, significaría “el grado superior de las buenas personas” o “época de las buenas cosas”.
Pero "oles" también significa saludar en castellano ("oles egin"), por lo que “Oles” en la palabra Olentzero podría venir de la forma de llamar o de pedir en los municipios de Lesaka, Larraun, Beruete y en Gipuzkoa en Elduaien, Berastegi u Oiartzun, pero que también existía en otros territorios de Euskal Herria. Así, en la novela “Peru Abarca”, dice su autor el eibarrés J.A. Moguel (1802): "olesa eta ate joka da, nor ete dugu?”. En los municipios costeros bizkainos de Urduliz y Sopelana en Santa Agueda se canta: “Oles, oles, atean: nor dabil ordu hauetan?”.
La canción más famosa de Olentzero, coge su música de "Artolak Dauko" (tocada con la alboka), esta misma música, fue tomada por el pamplonés Baleztena (1887-1972, inventor además del Riau-Riau), para la famosa canción de San Fermines de Pamplona (Uno de enero, dos de febrero…), pero en realidad, no es más que una canción popular provenzal llamada “La Farandole Joyeuse”, que Vincent D'Indy recogió en el libro “Chants du Vivarais”, que pasó a tocarse con el Txistu en el siglo XVIII.
OLENTZERO
Olentzero joan zaigu
mendira lanera
intentzioarekin
ikatz egitera
Aditu duenean
Jesus jaio dela
lasterka etorri da
berri ematera
Horra, horra,
gure Olentzero
pipa hortzetan duela
eserita dago
kapoiak ere ba(d)itu
arrautzatxoekin
bihar meriendatzeko
botila ardoakin
Para acabar, recordamos como, Delius Lampidius en “Saipatores Historiae Ausgustae” escrita sobre el año 400, decía sobre el emperador romano Alejandro Severo que: “Estaba también muy versado en la ciencia de los arúspices y era un observador de las aves, tan experto que aventajaba tanto a los baskones de Hispania como a los augures de Panonia”.
Julio Caro Baroja en “Los pueblos del norte”, asegura que estas auguraciones estaban vigentes hasta el siglo XI donde son criticados por el mencionado abad de la Oliba.
De ahí que en euskera, “felicidades” se diga ZORIONAK, o lo que es lo mismo: “Xori-Onak”, “buenos pájaros” o buenos augurios y de “augurio” viene AGUR!