DE LA HISTORIOGRAFÍA FUERISTA AL NACIMIENTO DEL NACIONALISMO
En 1892 publicó Sabino Arana (1865-1903) su primera obra nacionalista a los 27 años de edad. No es extraño constatar que el de Abando con esta primera obra buscara un cambio en la historiografía nacional escrita hasta entonces, se llamó: "Bizcaya por su independencia". El libro era una recopilación de sus artículos sobre historia que pretendían dar un nuevo enfoque, pero que después no tuvo continuidad alguna, ni tan siquiera por el propio Arana.
Aitzol Altuna Enzunza
De “Bizcaya por su independencia” se vendieron 2.000 ejemplares a 1 peseta cada una. En este libro Sabino Arana narraba cuatro batallas, supuestamente de Bizkaia contra Castilla-España, concluyendo: "antaño Bizkaia luchó contra España y permaneció libre; hoy es una triste provincia española, lo que haya de ser mañana sólo los bizkaínos lo pueden decir".
Sabino trató de demostrar con sus artículos que Bizkaia nunca fue Castilla-España hasta el siglo XIX. Para Sabino Arana, en 1200 no hubo conquista y Bizkaia era libre y en el año 1378 no hubo más que una simple coincidencia de cargos: el señor de Bizkaia se convirtió en rey de Castilla. Para Arana Bizkaia mantuvo su independencia política hasta la pérdida de los Fueros en las Guerra Carlistas en el siglo XIX.
Así, en la revista “Bizkaitarra” (enero de 1894) Arana publicó: "En el año 1839 cayó Bizkaia, definitivamente (fin de la Primera Guerra Carlista), bajo el poder de España. Bizkaya, de nación independiente que era, con poder y derechos propios, pasó a ser en esa fecha una provincia española".
El “pacto” de Bizkaia fue con el rey de Castilla y no suponía dependencia política ni territorial (según Sabino), pudiéndose finiquitar en cualquier momento. Sabino Arana parece que siguió, en lo que historia se refiere, a A. Artiñano, el cual publicó “Jaungoicoa eta Foruac” en 1869 donde decía: “Vizcaya como Estado independiente puede usar de su soberanía dentro de su derecho, por nadie negado”.
Sabino Arana discutió ásperamente con el historiador más pujante de su tiempo, el bizkaino Estanislao de Labayru (1845-1904), el cual, en su “Historia General del Señorío de Bizcaya”, remarcaba la independencia de Bizkaia hasta su “voluntaria entrega” a Castilla en el siglo XII y su total integración que sin embargo situaba en 1378, cuando el infante Juan, señor de Bizkaia, accedió a la corona castellana como herencia de su padre, por lo que el título usurpado por los felones de los Haro a Nabarra de señor de Bizkaia, acabó en la familia real castellana. Siguiendo la tradición foralista, para Arana, los vascos jamás constituimos una unidad política, por lo que lo que a ese futuro Estado le llamó “Euzkadi”.
La idea de unos Estados vascos independientes que negocian con unos y otros, con tirios y troyanos, ya estaba en el “Compendio” (1571) de Esteban de Garibay (Arrasate-Mondragón 1533-Toledo 1599), historiador oficial del rey español Felipe II, el cual hablaba de: “Estados vascos independientes entre sí y nunca sometidos”. Con esta idea troncal lo que trataba el mondragonés era justificar los derechos forales en una etapa de monarquía absoluta que los quería eliminar. Creía también Garibay, erróneamente o por interés, que Gipuzkoa y Alaba se habían unido mediante pacto, aunque revisable, y jura de los Fueros por el soberano en 1200 y 1332 (Cofradía de Arriaga), a los castellanos reyes Alfonso VIII y XI respectivamente.
El tolosarra Juan Martínez de Zaldivia (1500-1575), bachiller en Leyes, por esas mismas fechas en su obra “Suma” de 1564 (un manuscrito que no se publicó, pero que sí que era de consulta habitual para historiadores) tenía la misma idea de Garibay de un pacto y la teoría del enfado de los gipuzkoanos con el rey de Nabarra por sus desafueros como motivo de su salida “voluntaria” del reino baskón. Sin embargo y como novedad, Zaldivia en su discurso negaba por primera vez la conquista y la unidad nacional baskona previa e insuflaba a la crónica un antinabarrismo furibundo.
Según la Enciclopedia Auñamendi: “Se trata de una obra desigual, con notorias exageraciones propias de la época, sobre los orígenes de la provincia, claramente castellanófila y, por tanto, antinavarra, a la que siguieron como plantilla los historiadores guipuzcoanos subsiguientes”. La idea de unos territorios vascos independientes también fue sostenida por Larramendi en el siglo XVIII y por toda la historiografía foralista en general.
El Lehendakari Agirre hablaba en septiembre de 1946 en un carta bien a las claras sobre la equivocación del fundador del nacionalismo vasco: “Arana Goiri no estudió detenidamente los designios de la Monarquía pirenaica, ni pudo estudiar la Baja Edad Media vasca, entre otras razones por falta de tiempo y porque no conoció textos necesarios entre ellos los que contienen Momenta Germania Histórica o cualquiera de las colecciones de documentos medievales. Hizo en cambio lo que nadie hizo, ni haremos nosotros, es saber despertar para siempre una clara conciencia nacional y darnos un programa de salud patria. Pero esto no quita para que su obra cultural e histórica que la muerte interrumpió a los treinta y ocho años necesite de complemento y de perfección y en diferentes puntos históricos de ratificación”.
Hasta finales del siglo XIX la historia vasco-cantabrista fue separando a nabarros occidentales del resto de nabarros y construyendo una historia independiente para cada territorio dentro de la defensa foral que llevaban a cabo individualmente cada Diputación como órgano político máximo de cada región en que fue divido el reino baskón de Nabarra. No fue hasta la aparición de la “Asociación Euskara” (1877) de Juan Iturralde y Suit, Herminio Oloriz, Serafín Olave o de Arturo Campión cuando se olviden las fábulas de los irredentos cántabros y se retorne de nuevo a la historia común del reino de Nabarra como unidad política de todos los baskones.
Otro de los historiadores que recondujeron la cuestión histórica, además de los euskarianos, fue Anacleto Ortueta Azkuenaga, historiador y político nacido en Bilbao (1877-1959). Escribió Ortueta libros tan significativos como “Nabarra y la unidad política vasca” o “Sancho el Mayor, rey de los vascos”, contando con el apoyo de Arturo Campión y Manuel Irujo.
Anacleto Ortueta lo tenía claro cuando decía: “Una falsa tradición nos ha hecho considerar como evolución natural de nuestra nacionalidad la formación de los llamados Estados alabés, bizkaino, gipuzkoano, zuberoano y laburtino. Por el contrario, ellos han sido creados por la presión ejercida por nuestros enemigos”. En su libro sobre Sancho el Mayor añadía: “un pueblo no está perdido cuando en su historia contempla el perfil de sus héroes nacionales (…), por la obra de nuestros antepasados vivimos. Vivimos, y somos dignos de vivir: ellos nos han preparado un porvenir venturoso: seamos digna continuación de nuestros progenitores”.
Hoy en día, estas dos corrientes siguen persistiendo en el país, la que observa a cada región del reino de Nabarra como algo independiente con una historia propia, y la nacional baskona o nabarra.